ABRIL

1 de abril

SAN NUÑO ÁLVARES PEREIRA, RELIGIOSO

OCarm: Memoria obligatoria - OCD: Memoria libre

 

Nació en el año 1360. Durante muchos años fue el campeón de la independencia de Portugal, con el cargo de Condestable. Muerta su esposa, entró en la Orden del Carmelo, en el monasterio de Lisboa, que él mismo había fundado, en calidad de hermano, tomando el nombre de Nuño de Santa María. Sobresalió en la oración, la penitencia y la filial devoción a la Madre de Dios. Murió en el mismo monasterio en 1431.

Del Común de santos varones: para los religiosos.
 

Oficio de lectura

Segunda lectura

De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo. (Núms. 43, 44)

Consagración a Dios por los votos religiosos

Los consejos evangélicos de castidad consagrada a Dios, de pobreza y de obediencia, como fundados en las palabras y ejemplos del Señor, y recomendados por los apóstoles y padres, así como por los doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que la Iglesia recibió de su Señor y que con su gracia conserva siempre. La autoridad de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, se preocupó de interpretar estos consejos, de regular su práctica e incluso de fijar normas estables de vivirlos.

Este estado, si se atiende a la constitución divina y jerárquica de la Iglesia, no es intermedio entre el de los clérigos y el de los laicos, sino que de uno y otro algunos cristianos son llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión salvífica de esta, cada uno según su modo.

El cristiano, mediante los votos u otros vínculos sagrados –por su propia naturaleza semejantes a los votos–, con los cuales se obliga a la práctica de los tres susodichos consejos evangélicos, hace una total consagración de sí mismo a Dios, amado sobre todas las cosas, de manera que se ordena al servicio de Dios y a su gloria por un título nuevo y especial. Ya por el bautismo había muerto al pecado y estaba consagrado a Dios; sin embargo, para extraer de la gracia bautismal fruto más copioso, pretende, por la profesión de los consejos evangélicos, liberarse de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino y se consagra más íntimamente al servicio de Dios. La consagración será tanto más perfecta cuanto, por vínculos más firmes y estables, represente mejor a Cristo, unido con vínculo indisoluble a su Iglesia.

Así, pues, la profesión de los consejos evangélicos aparece como un símbolo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vida cristiana. Y, como el pueblo de Dios no tiene aquí ciudad permanente, sino que busca la futura, el estado religioso, por librar mejor a sus seguidores de las preocupaciones terrenas, cumple también mejor, sea la función de manifestar ante todos los fieles que los bienes celestiales se hallan presentes en este mundo, sea la de testimoniar la vida nueva y eterna conquistada por la redención de Cristo, sea la de prefigurar la futura resurrección y la gloria del reino celestial. El mismo estado imita más de cerca y representa perennemente en la Iglesia el género de vida que el Hijo de Dios tomó cuando vino a este mundo para cumplir la voluntad del Padre y que propuso a los discípulos que le seguían. Finalmente, proclama de modo especial la elevación del trono de Dios sobre todo lo terreno y sus exigencias supremas; muestra también ante todos los hombres la soberana grandeza del poder de Cristo glorioso y la potencia infinita del Espíritu Santo, que obra maravillas en la Iglesia.

Por consiguiente, el estado constituido por la profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera indiscutible, a su vida y santidad.
 

Responsorio                                                                                                                                                                                                                                  Sant 2, 5;  Sal 111, 9a

R/. ¿Acaso no eligió Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino * Que prometió a los que lo aman? (Tiempo Pascual: Aleluya).

V/. Reparte limosna a los pobres: su caridad dura por siempre. * Que prometió.
 

Laudes

Benedictus, ant. Mi porción es el Señor, el Señor es bueno para los que lo buscan (T. P. Aleluya).

Benedictus (Lc 1,68-79)

El Mesías y su Precursor

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza,
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
por el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
 

Oración

Señor, Dios nuestro, que inspiraste al beato Nuño abandonar la violencia de las armas y  abrazar la vida religiosa en la Orden de María; concédenos, por su intercesión, la gracia de la abnegación evangélica para entregarnos de todo corazón a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Magníficat, ant. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe (T. P. Aleluya).

Magníficat (Luc, 46-55)

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
 


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