OCTUBRE

1 de octubre

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS,

VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA

OCarm y OCD: Fiesta



Celebra hoy la Iglesia a santa Teresa del Niño Jesús, como ella quiso llamarse. Nacida en Alençon  (Normandía-Francia) en el año 1873, entró en el Carmelo de Lisieux a los quince años y donde murió el 30 de septiembre de 1897, a los 24 años. En su autobiografía, Historia de un alma, ha dejado el testimonio espiritual de su vida de fe y abandono en Dios Padre en medio de pruebas y sufrimientos: «He hallado mi propio lugar en la Iglesia –escribió–; en el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor». Se ofreció a sí misma como «víctima al Amor misericordioso de Dios». El papa Pío XI, que la canonizó en 1925, la declaró también Patrona de las Misiones Católicas. El papa Juan Pablo II la declaró Doctora de la Iglesia en 1997.
 


Invitatorio

Ant. Venid, adoremos al Señor Dios nuestro, que se revela a los pequeñuelos.

El salmo invitatorio como en el Ordinario, en el Apéndice I, p.

Salmo 18 A

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Oficio de lectura

Himno

Tras las espinas, las rosas;
tras las rosas, las espinas.

Y un corazón de divinas
transparencias amorosas.

En la sencillez las cosas
toman altura de cielo,
florecen en luz y en vuelo
de granazón de trigales.

¡Dios esparcido a raudales
en tanto afán y desvelo!

Teresa, fiel miniatura
de Dios, fragancia encendida,
lámpara frágil y herida,
sencilla y divina hechura,
en nuestra larga andadura,
lluévenos tu claridad.

Si el amor es santidad
y si amor dolor se llama,
escucha la voz que clama,
desde su limpia humildad. Amén
 

Salmodia

Ant. 1. Tu misericordia me acompaña todos los días de mi vida.

Salmo 22

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Ant. Tu misericordia me acompaña todos los días de mi vida.

Ant. 2. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
 


Salmo 102

 I

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus días,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.

No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como  se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

Ant. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!

Ant. 3. El Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.

II

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Pero la misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.

Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.

Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

¡Bendice, alma mía, al Señor!

Ant. El Padre mismo os quiere, porque me queréis y creéis que yo salí de Dios.

V/. Lámpara es tu palabra para mi pasos.
R/. Luz en mi sendero.
 
 

Primera lectura

De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12, 12. 27-31-13)

Vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro

Pues lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Pues en el Iglesia de Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas; en el tercero, a los maestros, después, los milagros, después el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.

Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; y si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Y si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; y si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.

El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se Ajabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se Ajabará. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, Ajabé con las cosas de niño.

Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Responsorio (Jn 12, 32; cf. Cant 1, 4a)

R/. Cuando yo sea elevado sobre la tierra, * Atraeré a todos hacia mí.
V/. Llévame contigo, correremos tras el olor de tus perfumes. * Atraeré.
 
 

Segunda lectura

De los Manuscritos autobiográficos de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (Ms B, fol 3rº-vº)

En el corazón de la Iglesia yo seré el amor

Mis inmensos deseos constituían un martirio mí; me decidí a leer las cartas de san Pablo para encontrar una respuesta. Casualmente me fijé en los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios y leí en el primero de ellos que todos no pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas, doctores; que la Iglesia se integra con diversos miembros, y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Respuesta sin duda luminosa; pero no precisamente la que llegase a satisfacer mis deseos, proporcionándome la paz.

Continué leyendo sin perder el ánimo; al fin logré mi intento, encontrando alivio. Ambicionad los carismas mejores, y aún os voy a mostrar un camino mejor. Y el Apóstol comenta que los carismas, aun los mejores, son nada sin caridad y que la misma caridad es el sublime camino que lleva con seguridad a Dios. Al fin había encontrado tranquilidad.

Al fijarme en el Cuerpo Místico de la Iglesia, no lograba reconocerme en ninguno de los miembros que describe san Pablo; mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos. Y la clave que descubre mi vocación me la brindó la caridad. Comprendí, en efecto, que la Iglesia presenta su cuerpo, ensamblado de diversos miembros, pero sin faltarle el imprescindible y más noble. Me percaté de que la Iglesia tiene corazón y de que este corazón se halla abrasado de amor. Adiviné que, precisamente, el corazón impulsaba al apostolado a los miembros de la Iglesia; que, una vez apagado, ya no seguirán los apóstoles anunciando el Evangelio, ni los mártires derramando su sangre. Aprecié y comprobé que el amor encierra en sí todas as vocaciones, que el amor es todo, y que él mismo abarca todos los tiempos y lugares; en resumen, que el amor es eterno.

Y entonces con el mayor gozo de mi alma desbordada, exclamé: «Oh Jesús, mi amor, encontré por fin mi vocación». Mi vocación es el amor. Sí, en verdad, he encontrado mi puesto exacto en la Iglesia. Este puesto tú me lo has dado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor, y con el amor lo seré todo. Mi deseo podrá llegar a ser realidad.

Responsorio (Cf. Sal 30, 8)

R/. Sea, Señor, mi gozo y mi alegría * Tu misericordia.
V/. Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro. * Con tu misericordia.

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O bien:

De los Manuscritos autobiográficos de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (Ms.C fols. 11vº? 12rº.)

Gracia de comprender lo que es la caridad

Dios me ha concedido la gracia de comprender lo que es la caridad. También antes lo comprendía, es verdad, pero de una manera imperfecta. No había profundizado estas palabras de Jesús: El segundo mandamiento es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Me dedicaba principalmente a amar a Dios.

Y amándole, he llegado a comprender que mi amor no debe manifestarse solamente por medio de palabras, porque: No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Esta voluntad, Jesús la dio a conocer varias veces, casi debería decir en cada página de su Evangelio. Pero en la última cena, cuando sabe que el corazón sus discípulos arde en una llama más viva de amor a él, que Ajaba de darse a ellos en el misterio inefable la Eucaristía, entonces es cuando el dulce Salvador quiere imponerles un mandamiento nuevo. Les dice, con una ternura inexpresable: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.

¿Cómo amó Jesús a sus discípulos y por qué los amó? ¡Ah, no eran ciertamente sus cualidades naturales las que podían atraerle! Entre ellos y él la distancia era infinita. Él era la Ciencia, la Sabiduría eterna; ellos eran unos pobres pescadores, ignorantes y llenos de ideas terrenas. Sin embargo, Jesús les llama sus amigos, sus hermanos. Quiere verles reinar con él en el reino de su Padre; y para abrirles ese reino, quiere morir en una cruz, pues él mismo dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Meditando estas palabras, comprendí que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades, en sacar edificación de los menores actos de virtud que se les ve practicar. Pero sobre todo, comprendí que la caridad no ha de quedar encerrada en el fondo del corazón. No se enciende una vela –dijo Jesús– para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Me parece que esta candela representa la caridad, la cual debe alumbrar, alegrar, no solo a los que me son más queridos, sino a todos los de casa, sin exceptuar a nadie.

Responsorio (Jn 13, 34-35)

R/. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros * Como yo os he amado.
V/. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros. * Como yo os he amado.

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Oficio de Vigilia

Ant. Floreced como el lirio, exhalad perfume suave y entonad cánticos de alabanza.

  Cántico I ( Is 61, 10-62, 3)

Alegría del profeta ante la nueva Jerusalén

Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén,  preparada como una esposa que se ha adornado adorna para su esposo (Ap 21, 2).


Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de salvación
y me ha envuelto con un manto de justicia,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.

Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.

Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
 
 

Cántico II  ( Is 62, 4-7)

Gloria de la nueva Jerusalén


El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y  haremos morada en él (cf. Jn 14, 23)


Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi predilecta»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá un esposo.

Como un joven se desposa con una doncella,
así te desposan tus constructores.

Como se regocija el marido con su esposa,
se regocija tu Dios contigo.

Sobre tus murallas, Jerusalén,
he colocado centinelas:
no callarán ni de día ni de noche.

Los que se lo recordáis al Señor
no os concedáis descanso,
no le concedáis descanso,
hasta que establezca Jerusalén,
y hasta que haga de ella
la admiración de la tierra.
 


Cántico III  ( Eclo 39, 13?16a)

 ¡Qué magníficas son tus obras, Señor!

Doy gracias a Dios que difunde por medio nuestro la fragancia de su conocimiento (2Cor 2, 14)

Escuchadme, hijos piadosos, y creced
como rosal plantado junto a corrientes de agua.

Como incienso derramad buen olor,
floreced como el lirio, exhalad perfume,
entonad un cantar.

Reconoced la grandeza de su nombre,
dadle gracias, proclamad su alabanza,
con vuestros cánticos y con las cítaras
alabadlo con estas palabras:

¡Qué hermosas son las obras del Señor!

Ant. Floreced como el lirio, exhalad perfume suave y entonad cánticos de alabanza.
 


Evangelio
(Jn 17, 17-26)

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo:

– «Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.

Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

O bien:

  Jn 15, 1-13

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Himno Te Deum, Apéndice I, p.

Te Deum

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día
has de venir como juez.

Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tu santos.

Lo que sigue puede omitirse.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
 

La oración, como en Laudes.



Laudes

Himno

Aromar nuestra tierra en la fragancia
de Dios, en una lluvia florecida,
regresarnos al sueño de la infancia,
niños de Dios, y el alma estremecida:

Fue tu anhelo, Teresa. Entre los brazos
del Padre Dios subir hasta el asombro
y la miel de su amor y sus abrazos,
niños sobre la curva de su hombro.

En abandono audaz y en confianza,
en pequeñez tan alta de estatura,
que el corazón alcance la esperanza
de lograr del amor la misma altura.

Niños de Dios, nuestra humildad ansía
la lluvia celestial de tus rosales.

Haz que una nueva primavera ría
en la reseca piel de lo eriales. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.

Salmos y cántico del domingo de la semana I, Apéndice II, p.

Ant. 2. Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ant. 3. El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
 


Lectura breve
(Rom 8, 14-17)

Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba!, Padre». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que si sufrimos con él, seremos también glorificados con él
 


Responsorio breve
(Is 66, 12bc)

R/. Yo haré derivar hacia ella, * Como un río, la paz. Yo haré.
V/. Como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. * Como un río. Gloria la Padre. Yo haré.

Benedictus, ant. Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.

Preces
Pidamos a Cristo, el Señor, que nos dio en Teresa un modelo de vida evangélica, y digámosle confiadamente:

Te rogamos, óyenos.

Señor, que dijiste: «El que tenga sed, que venga a mí y beba»,

- danos una sed ardiente sed de tu amor.

Señor, que dijiste: «Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos»,

-  haznos sencillos de corazón a la hora de amarte.

Señor, que dijiste: «Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta»,

-  inspíranos confianza filial en tu misericordia.

Señor, que dijiste: «El que cumple la voluntad de mi Padre, ése entrará en el reino de los cielos»,

- enséñanos a observar fielmente tus mandamientos.

Señor, que dijiste: «Os aseguro que cuanto hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»,

-  ilumina nuestros ojos y abrasa nuestro corazón para que, a lo largo de este día, te veamos y te        amemos en todos los hermanos.

Señor, que dijiste: «La mies es abundante, pero los trabajadores pocos; rogad, pues, al Señor de la      mies que mande trabajadores a su mies»,

- enciende en nosotros el mismo espíritu misionero que ardió en el corazón de Teresa.

Padre nuestro.
 


Oración

Oh Dios, que has preparado tu reino para los humildes y los sencillos; concédenos la gracia de seguir confiadamente el camino de santa Teresa del Niño Jesús para que nos sea revelada, por su intercesión, tu gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
 



Hora intermedia

Tercia

(Ant. El Señor te compromete a que seas su propiedad; él te cubrirá de gloria, renombre y esplendor).
 


Lectura breve
(2Cor 12, 9c-10)

Muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

V/. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R/. En ti confío, no quede yo defraudado.



Sexta

(Ant. La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los pequeñuelos).

Lectura breve
(1Jn 4, 17-19)

En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero.

V/. Tú, Señor, eres nuestro Padre.
R/. Tu nombre de siempre es «nuestro Redentor».



Nona

(Ant. El Señor se vuelve a las súplicas de los indefensos y no desprecia las peticiones de los humildes).
 


Lectura breve
(1Jn 3, 1-2)

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos! El mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

V/. Correré por el camino de tus mandatos.
R/. Cuando me ensanches el corazón.
 



Vísperas

Himno

Confines de la tierra, mares, islas remotas,
oscuras selvas vírgenes, a Teresa cantad.

Ella alentó en su espíritu un vuelo de gaviotas
por abrir en las almas surcos de claridad.

Teresa, mensajera herida, alanceada
por amorosos dardos de fuegos misionales.

Abeja sigilosa que en soledad dorada
labra en su celda oculta dulcísimos panales.

Corazón navegado por el amor y roto
como cántaro leve, desbordado de luz.

Enamorada ola hacia arenal ignoto
entre noches oscuras y caminos de cruz.

Arroyo en avenida, afluente del cielo.

Entre Dios y los hombres, vuelo partido en dos.

Samaritana ardiente, sedienta del anhelo
del agua de las almas para la sed de Dios. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Nadie tiene amor más grande que el que da vida por sus amigos.
 


Salmo 112

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.

A la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Ant. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Ant. 2. Por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.
 


Salmo 130

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad.

Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre;
como un niño saciado
así está mi alma dentro de mí.

Espere Israel en el Señor ahora
y por siempre.

Ant. Por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.
Ant. 3. Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los fuertes.
 


Cántico
( Flp 2, 6-11)

Cristo Jesús, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre
     por su presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre?sobre?todo?nombre;
de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.

Ant. Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los fuertes.
 


Lectura breve
 (1Tim 2, 1.3-6a)

Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias por toda la humanidad. Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador,  que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos.

Responsorio breve

R/. Contaré tu fama a mis hermanos. * En medio de la asamblea te alabaré. Contaré tu fama.
V/. Porque no has sentido desprecio hacia el pobre desgraciado. * En medio de la asamblea. Gloria al Padre. Contaré tu fama.

Magníficat, ant. Padre, he manifestado tu nombre a los hombres que me diste. Santifícalos en la verdad.

Magníficat (Luc, 46-55)

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces
Pidamos a Dios, Padre todopoderoso, por la Iglesia plantada en todo el mundo, y digámosle con        humildad:

Acuérdate de tu alianza, Señor.

Para que la Iglesia se entregue a tu amor sin descanso,
- descubre a los contemplativos su vocación al amor.

Para que el mundo crea en ti,
- haz que las almas consagradas sean testigos de tu bondad.

Para que los creyentes reflejen tu rostro y vivan el mensaje de Cristo,
- ayuda a los cristianos a llevar mutuamente sus cargas, apoyados en la caridad fraterna.

Para que todos los hombres conozcan, según tus designios, a Cristo Verdad,
- infunde en todos nosotros un dinámico espíritu misionero.

Para que allí, donde reina Cristo, estén también con él los que tú le has dado,
- concede a los fieles difuntos el gozo de contemplarte cara a cara.

Padre nuestro.
 


Oración

Oh Dios, que has preparado tu reino para los humildes y los sencillos; concédenos la gracia de seguir confiadamente el camino de santa Teresa del Niño Jesús para que nos sea revelada, por su intercesión, tu gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
 

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