SEPTIEMBRE

1 de septiembre

SANTA TERESA MARGARITA REDI, DEL SAGRADO CORAZÓN, VIRGEN

OCarm: Memoria libre - OCD: Memoria obligatoria

 

Santa Teresa Margarita Redi, de la que hoy hacemos memoria en las iglesias del Carmen, nació en Arezzo el año 1747. Se santificó en el Carmelo de Florencia y falleció a los 22 años de edad. No escribió libros como hicieron otras santas carmelitas, sino que vivió la perfección oculta a los ojos de los demás, incluso de sí misma, «escondida con Cristo en Dios». Enriquecida con la experiencia personal del dicho de san Juan «Dios es amor», sintió el martirio de creer que no correspondía al Amor. Este sentimiento la llevó a practicar con heroicidad la caridad fraterna y fue la causa principal de su muerte precoz, ocurrida el 7 de marzo de 1770.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos al Cordero, al Esposo acompañado por el cortejo de vírgenes.

El salmo invitatorio como en el Ordinario, en el Apéndice I, p.

Oficio de lectura

Himno

Teresa Margarita,
celeste hermana,
al ritmo del latido
de la plegaria,
te cantamos unánimes
nuestra alabanza.

Dios Amor ha prendido
en ti la hoguera
de caridad divina,
por eso anhelas
con tu fuego de cielo
quemar la tierra.

En la vida común
–dulce martirio–,
tu amor a las hermanas
se hace servicio,
que en ellas tu fe viva
descubre a Cristo.

«Padecer y callar»
es tu sendero,
que habló Dios su Palabra
en el silencio,
y el Verbo se hizo carne
de sufrimiento.

Gozosos en tu día,
rendimos gloria
al Dios uno en esencia,
trino en Personas,
que en el alma del justo
por gracia mora. Amén.
 

Segunda lectura

De las Actas de canonización. (Decr. Super tuto; AAS 26 [1934], pp. 105?106)

El amor de Cristo nos apremia

Podría afirmarse que la vida entera de Teresa Margarita, enmarcada en tan breve espacio de años, fue una continua escalada de su angelical corazón hacia Dios.

Su alma candorosa buscaba a Dios como por instinto, convencida de que únicamente en él podía hallar descanso.

Teresa Margarita supo hermanar la pureza interior con una profunda humildad, deseando de veras ser desconocida y despreciada, y soportando la humillación no solo con paciencia, sino con alegría. En alas de su limpieza de corazón y humildad de espíritu, mereció remontarse a un altísimo grado de amor que pronto la abrasó en ardores seráficos. Había llegado así a no poder apenas hablar de Dios, sin que se le encendiese de resplandor el rostro. Apremiada por esta caridad divina, amaba también entrañablemente a todos los hombres, en especial a los desventurados pecadores, por quienes se había ofrecido a Dios en holocausto generoso. Servía a sus hermanas de comunidad, sobre todo a las enfermas, con tan humilde delicadeza y total desprendimiento, que parecía un ángel de caridad. Alimentaba la llama de ese amor principalmente con el pan eucarístico, del que tan viva hambre sentía, y con un culto peculiar al Sacratísimo Corazón de Jesús, precisamente en una época en que el contagio jansenista, propagado por distintos puntos de la Toscana, atAjaba tan provechosa devoción. Veneraba además con tierno amor filial a la Madre de Dios, como modelo y abogaba de su pureza virginal. Favorecida con la gracia de una alta contemplación, se unía cada vez más estrechamente a Dios, como reflejando ya la luz del alba de la cercana eternidad.

Solo faltaba a Teresa Margarita, ante la inminencia de su partida, reproducir más al vivo en sí misma la imagen de su Esposo crucificado con el martirio místico de su alma, como correspondía a una hija auténtica de santa Teresa y a una fiel discípula de san Juan de la Cruz. E iba a ser la misma violencia del amor la raíz de este martirio. En efecto, cuanto más ardiente es la caridad, tanto más urge al alma a amar; ahora bien, estando ella incapacitada para abarcar la infinita amabilidad de Dios con su amor, se siente extrañamente atormentada por el insaciable anhelo de un amor más intenso y, envuelta en una especie de noche oscura, se cree como abandonada de Dios: que el amor cuanto más grande es, tanto más pequeño aparece a sus propios ojos. Sin embargo, un alma clavada en la cruz con Cristo, mediante ese supremo martirio del corazón, adquiere para sí y para los otros unos frutos de redención más copiosos. Precisamente las almas que llegan en la Iglesia a una pureza de más quilates y a una espiritualidad de más altura son las que con su apostolado oculto del sufrimiento, el amor y la oración contribuyen como nadie al bien de todos los hombres.

Responsorio                                                                                                                                                                                                                                                                Dt 6, 4?5; 4, 24

R/. Escucha. Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo * Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
V/. El Señor, tu Dios, es fuego devorador, un Dios celoso. * Amarás, pues, al Señor.


Laudes

Himno

Hoy, Teresa Margarita,
sol del Carmen de Florencia,
la mañana resucita
con la luz de tu presencia.

Logras tu anhelo: ser rosa
del vergel carmelitano,
que tu alma solo rebosa
de amor a Dios y al hermano.

Acudes sedienta al pozo
abierto en el Corazón
de Cristo, y sacas con gozo
las aguas de salvación.

La noche oscura te asalta,
y te abrazas a la cruz,
completando lo que falta
a la pasión de Jesús.

Mientras vamos de camino,
queremos vivir, en pos
de ti, con gesto paulino:
«ocultos con Cristo en Dios».

La fe de amor encendida
alabe la Trinidad,
Padre-origen, Verbo Vida
y Espíritu-caridad. Amén.
 

Lectura breve  (Col 3, 1-4)

Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

R/. Oigo en mi corazón: * Buscad mi rostro. Oigo.
V/. Tu rostro buscaré, Señor. Buscad mi rostro. Gloria al Padre. Oigo.

Benedictus, ant. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Benedictus (Lc 1,68-79)

El Mesías y su Precursor

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza,
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
por el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
 

Preces

Adoremos a Cristo, puerta franca de los secretos del Padre, y digámosle con fe:

Señor, muéstranos al Padre.

Cristo, que eres el camino, y la verdad, y la vida,
- sé nuestra senda para subir al Padre.

Tú, que eres la luz del mundo y el resplandor de la gloria de Dios,
- alumbra la noche oscura de nuestra fe mientras vamos de camino hacia el Padre.

Cristo, Palabra increada hecha carne, que llamaste a Teresa Margarita a imitar por la fe tu actitud        frente al Padre,
- concédenos perseverar siempre en una vida escondida contigo en Dios.

Jesús, espejo y corona de la humildad, que viniste, no a ser servido, sino a servir,
-  enséñanos a realizar en la oscuridad de la vida ordinaria todo cuanto agrada al Padre que ve en      lo secreto.

Cristo, Palabra de Dios, que te hiciste pasible y paciente entre los hombres,
- aliéntanos a seguir tus huellas de crucificado, como Teresa Margarita, entregándonos por la            Iglesia que es tu cuerpo.

Jesús, que tanto amaste a María, tu compañera singularmente generosa en la obra de la salvación,
- haznos, por intercesión de tu Madre, prontos al amoroso cumplimiento de la voluntad del              Padre celestial.

Padre nuestro.

Oración

Señor, Padre Santo, que concediste a santa Teresa Margarita sacar de las fuentes del Salvador tesoros incalculables de humildad y caridad; otórganos, por su intercesión, que jamás nos separemos del amor de Jesucristo. Que vive y reina contigo.

 


Vísperas

Himno

Dichosa tú, que, entre todas,
fuiste por Dios sorprendida
con tu lámpara encendida
para el banquete de bodas.

Con el abrazo inocente
de un hondo pacto amoroso,
vienes a unirte al Esposo
por virgen y por prudente.

Enséñanos a vivir;
ayúdenos tu oración;
danos en la tentación
la gracia de resistir.

María, pureza en vuelo,
Virgen de vírgenes, danos
la gracia de ser humanos
sin olvidarnos del cielo.

Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria.

Y gloria por esta gloria
que alegra a la cristiandad. Amén.
 

Lectura breve (1Jn 4, 16b)

Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

Responsorio breve

R/. Las aguas torrenciales * No podrán apagar el amor. Las aguas.
V/. Ni anegarlo los ríos. * No podrán apagar el amor. Gloria al Padre. Las aguas.

Magníficat, ant. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.

Magníficat (Luc, 46-55)

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí;
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces
Alabamos a Cristo, que nos dejó en el amor de Dios y del prójimo su mandamiento supremo, y           supliquémosle:

            Concédenos tu amor, Señor Jesús.

Cristo, que en tu Corazón nos revelaste la eterna caridad del Padre,
- haznos mensaje viviente del amor divino.

Cristo, que viniste a traer fuego a la tierra,
- inflámanos en la hoguera de amor, en que se abrasó Teresa Margarita.

Tú, que nos enseñaste a hacer siempre a los ojos del Padre lo que a él le agrada,
- concédenos que nuestra vida sea un constante homenaje de amor filial y de obediencia al               Padre.

Tú, que nos dejaste en el prójimo como un sacramento de tu presencia,
- ayúdanos a descubrirte de continuo en nuestros hermanos y a servirte con amor en ellos.

Tú, que llamaste tempranamente a tu presencia a Teresa Margarita devorada por el fuego de tu            caridad,
- date prisa en recibir a nuestros hermanos difuntos en el reino eterno de tu amor.

Padre nuestro.
 

Oración
Señor, Padre Santo, que concediste a santa Teresa Margarita sacar de las fuentes del Salvador tesoros incalculables de humildad y caridad; otórganos, por su intercesión, que jamás nos separemos del amor de Jesucristo. Que vive y reina contigo.
 


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