DICIEMBRE

5 de diciembre

BEATO BARTOLOMÉ FANTI, PRESBÍTERO

OCarm: Memoria libre


Nació en Mantua (Italia), por el año 1420. El año 1452 era ya sacerdote carmelita de la Congregación de Mantua. Durante treinta y cinco años, en su ciudad natal, dirigió con gran celo la Cofradía de la Santísima Virgen María. Es muy encomiado su amor a la Eucaristía y a la Virgen. Murió en 1495.

Del Común de santos varones: para los religiosos.

Oficio de lectura

Segunda lectura

De la Encíclica del papa Pablo VI Mysterium fidei
(AAS 57 [1965], passim)

Cristo en la Eucaristía es como la perfección de la vida espiritual y fin de todos los sacramentos

De modo aún más sublime está presente Cristo en a Iglesia que, en su nombre, ofrece el sacrificio de la misa y administra los sacramentos.

Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente a su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía, que por ello es «entre los demás sacramentos el más dulce por la devoción, el más bello por la inteligencia, el más santo por el contenido»; ya que contiene el mismo Cristo y es «como la perfección de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos». Tal presencia es llamada «real», no por exclusión, como si las otras no fueran «reales», sino por antonomasia, porque es también corporal y «sustancial», pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. Por lo demás, la Iglesia católica, no solo ha enseñado siempre la fe sobre la presencia del Cuerpo y Sangre de Cristo en la Eucaristía, sino que la ha vivido también adorando en todos los tiempos sacramento tan grande con el culto latréutico que a solo Dios es debido.

La Iglesia católica rinde culto latréutico al sacramento eucarístico, no solo durante la misa, sino también fuera de su celebración, conservando con la máxima diligencia las hostias consagradas, presentándolas a la solemne veneración de los fieles cristianos, llevándolas en procesión con alegría de la multitud del pueblo cristiano.

De esta veneración tenemos muchos testimonios en los antiguos documentos de la Iglesia. Pues los pastores de la Iglesia siempre exhortaban solícitamente a los fieles a que conservaran con suma diligencia la Eucaristía que llevaban a casa.

Diariamente, como es de desear, los fieles en gran número participen activamente en el sacrificio de la misa, se alimenten pura y santamente con la sagrada comunión y den gracias a Cristo nuestro Señor por tan gran don. Además, durante el día, que los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo Sacramento, que ha de estar reservado con el máximo honor en el sitio más noble de las iglesias, conforme a las leyes litúrgicas, pues la visita es señal de gratitud, signo de amor y deber de adoración a Cristo nuestro Señor, allí presente.

Todos saben que la divina Eucaristía concede al pueblo cristiano una dignidad incomparable, ya que no solo mientras se ofrece el sacrificio y se realiza el sacramento, sino también, después, mientras la Eucaristía es conservada en las iglesias y oratorios, Cristo es el verdadero «Enmanuel»; esto es, «¡Dios con nosotros!».  Porque día y noche está en medio de nosotros, habita con nosotros lleno de gracia y de verdad, ordena las costumbres, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a los débiles, incita a su imitación a todos los que a él se acercan, de modo que con su ejemplo aprenden a ser mansos y humildes de corazón y a buscar no ya las cosas propias, sino las de Dios.

Y así, todo el que se vuelve hacia el sacramento eucarístico con particular devoción y se esfuerza en amar a su vez con prontitud y generosidad a Cristo, que nos ama infinitamente, experimenta y comprende a fondo, no sin gran gozo y aprovechamiento del espíritu, cuán preciosa es la vida escondida con Cristo en Dios, y cuánto sirve estar en coloquio con Cristo: Nada más dulce, nada más eficaz para recorrer el camino de la santidad.

Bien conocéis, además, que la Eucaristía es conservada en los templos y oratorios de la Iglesia universal y de toda la humanidad, puesto que, bajo el velo de las sagradas especies, contiene a Cristo, Cabeza invisible de la Iglesia, Redentor del mundo, centro de todos los corazones, «por quien son todas las cosas y nosotros por él».

De aquí se sigue que el culto de la divina Eucaristía mueve muy fuertemente el ánimo a cultivar el amor social, por el cual anteponemos al bien privado el bien común; hacemos nuestra la causa de la comunidad, de la parroquia, de la Iglesia universal, y extendemos la caridad a todo el mundo, porque sabemos que por doquier existen miembros de Cristo.
 

Responsorio( Jn 6, 56.55)

R/. El que come mi carne y bebe mi sangre. * Habita en mí y yo en él.
V/. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. * Habita en mí.

 

Oración
Oh Dios, que hiciste del beato Bartolomé un apóstol admirable del culto a la Santísima Eucaristía y de la devoción a la Bienaventurada Virgen María; concédenos que, siguiendo su ejemplo, participemos de la misma abundancia de vida espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 

[Inicio]