MAYO

5 de mayo

SAN ÁNGEL, PRESBÍTERO Y MÁRTIR

OCarm: Memoria obligatoria - OCD: Memoria libre

 
San Ángel es uno de los primeros que emigraron del monte Carmelo a Sicilia, en la primera mitad del siglo XIII. Ángel fue inmolado en Licata por impíos infieles. Venerado como mártir, pronto se edificó una iglesia en el lugar de su muerte y en ella se depositó su cuerpo. En el año 1662 fueron trasladadas sus reliquias a la iglesia de los carmelitas. El culto de san Ángel se difundió ampliamente en la Orden y en el pueblo. Fue nombrado patrón de muchos lugares de Sicilia. El pueblo devoto lo honra y lo invoca en sus necesidades.

Del Común de mártires.

Oficio de lectura

Segunda lectura

De la Ignea Sagitta del prior general Nicolás Gálico
(Cap. I y otros lugares, ed. Carmelus IX, 1962, pp. 274- 303)

Subiendo gradualmente de virtud en virtud se llega al Monte que es Cristo

 Mirad, hijos del Carmen, a los primeros carmelitas, que mientras unidos y cimentados en caridad no fingida, guardaban celosamente los votos emitidos en su profesión, permaneciendo en sus celdas, procuraban con alegría meditar en la Ley del Señor y vigilar en oración movidos por una sentida necesidad; más aún, a impulso de cierto gozo espiritual.

Mientras muchos de nuestros padres, santísimos eremitas, óptimamente situados en el lugar del pasto espiritual, eran conducidos maravillosamente hacia las aguas del reposo, Dios no cesaba de alimentarlos con nutritiva refección.

Mientras vosotros, carmelitas, laudablemente os entregasteis en la soledad a la contemplación, a la oración y a piadosas obras aprovechándoos a vosotros mismos, el olor de vuestra fama de santidad larga y anchamente difundido en el orbe por las ciudades y castillos confortó maravillosamente a todos gratamente aromados; y es más: a muchos por aquel entonces, atraídos por la fragancia de su olor, los condujo a la soledad del eremo con suave vínculo, para entregarse a la penitencia.

Os lo aseguro, es necesario que los montes suban de un monte a otro monte: Desde el monte del desarraigo de los vicios, todos cuantos por la excelencia de su vida con razón son llamados montes, subiendo gradualmente de virtud en virtud, ciertamente llegan al Monte que es Cristo.

En la soledad todos los elementos sirven eficazmente en nuestra ayuda.

El firmamento decorado con el admirable orden de los planetas y de los astros nos alienta y nos llama con su belleza a la admiración de las cosas superiores. Las aves revestidas, por así decirlo, de angélica naturaleza, modulan para nuestro recreo la suave melodía de su canto. También los montes, según la profecía de Isaías, destilan para nosotros maravillosa dulzura; y hasta los collados, nuestros compañeros, manan leche y miel que no gustarán los fatuos amadores de este mundo. Y cuando nosotros salmodiamos las alabanzas del Creador, los circundantes montes, que son nuestros hermanos conventuales, en identificación con nuestra voz, pulsando perfectamente los plectros de su lengua y modulando versos, orgánicamente resuenan en el aire en unión con nosotros alabando al Señor en tónica concordancia. Germinan las raíces, reverdecen las hierbas; el follaje y los árboles a su manera se alegran aplaudiendo; y las preciosas flores, que por su deliciosa fragancia descuellan, se afanan por sonreírnos a nosotros los solitarios con la gracia de la consolación. Las mudas lámparas nos hablan con ciertos saludables avisos. Los sombreados arroyos nos regalan muy gratos beneficios. Y todas las criaturas que en la soledad vemos y oímos nos recrean y confortan a nosotros como compañeros suyos. Es más, mientras en silencio pregonan sus maravillas, mueven nuestro hombre interior a la alabanza del excelso Creador.

Acerca de esta alegría de la soledad o del desierto, según el sentido tropológico, está escrito en Isaías: El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y  florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Y de nuevo en el salmo: Rezuman los pastos del páramo y las colinas se orlan de alegría.

Porque anhelan unirse a la piedra angular, Cristo, de tal manera que, evitando valientemente todo peligro de este mundo, puedan efectivamente decir con el Profeta: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.

Responsorio  (Cf. Ignea Sagitta, p. 302)

R/. Oh cuán preclaro es, dulcísimo Jesús, tu embriagante cáliz; por los más felices entre todos los felices han de ser considerados los que con una conciencia tranquila puedan decir: * El Señor es el lote de mi heredad y mi copa. Aleluya.
V/. Mi suerte está en tu mano. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa.
 

Laudes

Benedictus, ant. Oh Ángel, que emigraste del Carmelo para preparar los caminos del Señor: confirma en la santidad y en la justicia a tus hermanos con tus ejemplos, todos nuestros días. Aleluya.
 

Oración

Oh Dios, que fortaleces a los fieles y coronas a los mártires; con tu gracia san Ángel, llamado al Carmelo, fue vencedor en los tormentos del martirio; concédenos, por su intercesión, que, siguiendo fielmente sus ejemplos, podamos dar hasta la muerte testimonio de tu presencia y de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo.
 

Vísperas

Magníficat, ant. Oh Ángel, que en otro tiempo fuiste ínclito compañero de nuestro viaje; coronado ya en la patria, intercede para que nosotros, todavía en el destierro, consigamos gozar de tu gloriosa compañía en el cielo. Aleluya.
 
 


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