JULIO

9 de julio

BEATA JUANA SCOPELLI, VIRGEN

OCarm: Memoria libre

 
Nacida en Reggio Lépidi (Emilia, Italia), en 1428, tomó el hábito carmelitano, viviendo primero en su casa y después en el monasterio que ella fundó en la misma ciudad. Allí ejerció el cargo de priora. Resplandeció en ella una especial devoción a la Santísima Virgen María. Murió en 1491.

Del Común de vírgenes.

Oficio de lectura

Segunda lectura

Del tratado sobre la Vida Marieforme y Mariana, del venerable Miguel de San Agustín.
(Cap. II y XIII)

La vida mística con María

 Así como la vida deiforme y divina se ha de ejercer en Dios, así también se puede ejercer en María de la siguiente manera: Para vivir en Dios es necesario que en todo cuanto hacemos, omitimos o soportamos, realicemos sus mismas operaciones, o que todo lo que hayamos de padecer en el cuerpo o en el alma, interior o exteriormente, de parte de los hombres o los espíritus malignos, lo soportemos con un ánimo reverencial y amoroso, con una suave y amistosa elevación o aspiración del espíritu hacia Dios, como con una apacible respiración de la divina esencia; de la misma manera que el Salvador dejaba que todas sus obra las realizara el Padre que en él moraba, y, al mismo tiempo las realizaba también él con el Padre con suave, amorosa y reverencial dirección de su espíritu a su Padre celestial. Del mismo modo podemos vivir también en nuestra Madre amabilísima María, procurando ahincadamente en cuanto hacemos o se nos hace, en todas las cosas que realizamos u omitimos, en nuestras penalidades, dolores, aflicciones y apuros, conservar en nosotros y hasta fomentar en nosotros una filial, tierna e inocente elevación de nuestros ánimos, una amorosa aspiración o respiración hacia María como a una Madre amabilísima, queridísima en Dios, de tal suerte que nuestro amor tenga su suave flujo y reflujo hacia ella, y de ella a Dios. Esto parece obrarlo de cuando en cuando el Espíritu divino en el alma por una superabundancia y rebosamiento del divino amor hacia María, y de ella de nuevo a Dios.

Para mayor claridad pueden servirnos las palabras del Apóstol: Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos:«¡Abba, Padre!», esto es, «Padre mío». Entendemos aquí que el Espíritu de Jesús mora en los hijos de Dios y en ellos obra tierno amor para con Dios Padre según la capacidad de cada uno. Ahora bien, así como el Espíritu de Jesús obraba en Jesús amor filial a su eterno Padre, así también produciría en él filiales afectos, amorosos abrazos y otras efusiones de cariño a su queridísima Madre, como también los seguirá ya produciendo durante toda la eternidad; ¿qué, pues, ha de tener de extraño el que mismo Espíritu de Jesús, así como en el corazón de los hijos de Dios clama Abba, Padre, o sea, que obra tiernos efectos de amor hacia el Padre de Jesús, en los mismos corazones clame: Ave, Madre, o sea, que obre filiales afectos, reverenciales y amorosas efusiones, alocuciones, cariños hacia la Madre amable, como aconteció con Jesús durante su vida y acontecerá por toda la eternidad?

Así pues, séanos permitido decir a las almas amantes de María: «Porque sois hijos de María, ha enviado Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Ave Madre»; esto es, que excita en ellos filiales cariños, amorosas inclinaciones, amistosos recursos, inocentes y tiernos abrazos y muy variadas demostraciones cariñosas hacia María como Madre amabilísima y queridísima; ya que es uno y el mismo espíritu de Jesús, quien obra todo en estas almas, es decir, que obra simultáneamente el amor divino y el amor mariano sin dificultad o impedimento del uno por el otro. Y ya en este plan, así como tales almas viven por el amor de Dios una vida divina en Dios por Dios, así también, por el mismo Espíritu de amor que se extiende simultáneamente a la Madre amable, viven también una vida mariana en María por María: porque uno y el mismo Espíritu obra en ellas tales cosas semejantes; el mismo Espíritu de Jesús las hace amar a Dios Padre y a la Virgen Madre, y vivir en Dios por Dios y en María por María, divinamente y marianamente al mismo tiempo. Donde vive y mora el Espíritu de Cristo, ¿qué tiene de extraño que realice diversas actuaciones tanto de contemplación y amor a Dios como de contemplación y amor de María y muchas otras? Y todas ellas las obra en el alma uno y el mismo Espíritu de Jesús, como él quiere y según la capacidad de cada uno.

Responsorio  (Cf. 2Cor 4, 10)

R/. He despreciado el mundo y sus atractivos por amor de mi Señor Jesucristo, * A quien vi, a quien quiero, en quien he creído, a quien amo.
V/. Llevamos siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. * A quien vi.
 

Laudes

Benedictus, ant. La llevan ante el rey con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.

 

Oración

Señor, Dios nuestro, que la beata virgen Juana, tu fiel esposa, encienda en nuestro corazón aquel fuego de amor que encendió, para gloria de tu Iglesia, en sus hermanas vírgenes. Por nuestro Señor Jesucristo.
 

Vísperas

Magníficat. ant. Alabó a María en su vida, glorificando a Dios.
 
 


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