JULIO

12 de julio

BEATOS LUIS MARTIN Y CELIA GUÉRIN

OCD: Memoria libre

 
Louis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de 1823. Maestro relojero en Alençon, encontrará allí a Azélie-Marie (Celia) Guérin, recamadora, nacida en Gandelain (St-Denis­sur-Sartbon) el 23 de diciembre de 1831. De su matrimonio, celebrado el 13 de julio de 1858, tuvieron nueve hijos (cuatro de ellos murieron de corta edad), entre los cuales la futura santa Teresa del Niño Jesús. Esposos modelos, padres devotos, trabajadores, atentos a las necesidades de los pobres y alimentando un espíritu misionero, colocaron su fuerza y su esperanza frecuentando la Eucaristía y en una profunda devoción a la Virgen María. Después de una larga enfermedad, Celia murió en Alençon el 28 de agosto de 1877. Luis, que vivía entonces de rentas, irá a Lisieux cerca de la familia de su mujer para asegurar un mejor futuro a sus cinco hijos. Este patriarca, después de haber ofrecido a Dios todos sus hijos, conoció el sufrimiento y la enfermedad. Murió en Evreux e129 de julio de 1894.

Del Común de santos.

Oficio de lectura

Segunda lectura

De la correspondencia de la Beata Celia Martin
(Zélie et Louis Martin, Correspondance Familiale (1863­1885), Cerf, 2004. L 1, 72, 130, 81, 110, 147, 179, 204)

Nos debemos colocar en la disposición de aceptar generosamente la voluntad de Dios

Estoy, mi querido amigo, con una gran preocupación acerca de ti. Mi esposo me hace, todos los días, tristes profecías. Él conoce París, y me dice que vas a ser objeto de tentaciones que no vas a poder resistir, porque no tienes suficiente piedad. Me cuenta lo que él mismo ha probado, y lo que le ha faltado de valor para ganar todas esas batallas. Si supieras por las pruebas que pasó... Yo te conjuro, mi querido Isidro, hacer como él: ora, y no te dejarás arrastrar por la corriente. Si sucumbes una vez, estás perdido. Solo cuesta el primer paso en este camino del mal como del bien, después te dejarás llevar por la corriente.

Cuando cerraba los ojos de mis queridos niños y que yo he enterrado, ciertamente sentía el dolor, pero siempre era con resignación. No me arrepiento de las penas y preocupaciones que  había sufrido por ellos. Muchos me decían: «Hubiera sido mucho mejor no haberlos tenido jamás». No podía soportar este modo de hablar. No podía imaginar que las penas y las preocupaciones pudieran ponerse en contrapeso con la eterna felicidad de mis hijos. Además, no se han perdido para siempre, la vida es corta y llena de miserias, los encontraremos allá arriba.

La pequeña Teresa siempre va bien, tiene una salud estupenda; es muy inteligente y tiene conversaciones muy graciosas. Ya sabe rezar a Dios. Todos los domingos va a una parte de las vísperas y si, por un contratiempo, no se la llevara, lloraría sin consuelo.

Mi hermana me ha hablado mucho de tus asuntos... Le he dicho que no se líe la cabeza por todo esto, que solo hay una cosa que hacer: orar a Dios, porque ni ella ni yo podíamos ayudarte de otra manera. Pero él, que no está avergonzado, nos sacará de allá, cuando se percate que hemos sufrido lo suficiente y, a continuación, reconocerás que no se debe a tus capacidades, ni a tu inteligencia el que hayas tenido éxito, sino solo a Dios, como yo, con mi punto de Alençon; esta convicción es muy saludable, yo lo he experimentado por mí misma. Sabes que todos  estamos inclinados al orgullo y observo a menudo que los que han hecho su fortuna, son, la mayoría de las veces, de una suficiencia insoportable. No estoy diciendo que yo habría llegado allá, ni tú tampoco, pero nos habríamos visto más o menos afectados por este orgullo; entonces, es cierto que la prosperidad constante aleja de Dios. Nunca ha conducido a sus elegidos por ese camino, más bien han pasado antes por el crisol del sufrimiento, para purificarse. Me vas a decir que estoy predicando; sin embargo, no es esta mi intención; pienso muy a menudo en estas cosas y te las digo; ¡ahora llama a esto sermón si quieres!

Tengo que ir, queridas hijas, a las vísperas, para orar por nuestros queridos familiares difuntos. Llegará un día cuando seréis vosotras las que recéis por mí, pero tengo que asegurarme para no tener demasiada necesidad de vuestras oraciones. Quiero ser una santa, no será fácil, hay que trabajarlo y la madera es dura como una piedra. Hubiera sido mejor hacerlo antes, cuando era menos difícil, pero en fin “más vale tarde que nunca”.

Es hoy miércoles la Inmaculada Concepción; ¡es una gran fiesta para mí! En este día, la Santa Virgen me ha concedido gracias muy especiales... Este año iré a visitar a la Santa Virgen muy de mañana... Solo le pediré que las que ella me ha concedido sean todas santas, y que yo las siga de cerca, pero hace falta que ellas sean mucho mejor que yo.

El Dr. Notta encuentra muy lamentable que desde el principio, no hicimos la operación, pero ahora ya es demasiado tarde. Sin embargo, parece decir que puedo continuar así por mucho tiempo. Por lo tanto, pongámonos en las manos de Dios. Él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos: Es él quien hizo la herida y la venda. Voy a ir a Lourdes, en la primera peregrinación, y espero que la Virgen me curará, si es necesario. Mientras tanto, vivamos con tranquilidad.

Voy a asistir a la primera misa aquí, antes de salir, y llegaré a las nueve a Le Mans, todavía a tiempo para asistir a la misa solemne, después de la cual iré a buscar... Al principio, tu padre no consentía que os llevase a las tres juntas, pero ahora él lo desea, diciendo que uno no puede hacer demasiados sacrificios para obtener un milagro tan grande. Y aunque no lo consiga, nunca me arrepentiré de haberos llevado allí. Tenemos que ponernos en la disposición de aceptar generosamente la voluntad de Dios, cualquiera que ella sea, ya que esto será siempre lo mejor que puede tener para nosotros.
 

Responsorio (Rom 12, 2; Ef. 4, 23-24)

R/. Transformaos por la renovación de la mente, * Para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
V/. Renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana. * Para que sepáis.
 

Oración

Oh Dios, que has dado a los bienaventurados Luis y María Celia la gracia de caminar en la vía de la santidad como esposos y padres cristianos; concédenos, por su intercesión y ejemplo, saber amarte y servirte fielmente respondiendo cada uno dignamente a su vocación. Por nuestro Señor.
 
 


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