JUNIO

12 de junio

BEATO HILARIO JANUSZEWSKI, PRESBÍTERO Y MARTÍR

O Carm: Memoria libre

 
       Nació en Krajanci (Polonia) el 11 de junio de 1907. Muy joven ingresó en el Carmelo. Completados sus estudios en Roma, regresó a su patria, en donde fue elegido superior del convento de Cracovia. El día 4 de diciembre de 1940, a causa de su fe cristiana, fue encarcelado y deportado al campo de concentración de Dachau. Contagiado por el tifus mientras prestaba asistencia a los enfermos, murió el 25 de marzo de 1945, sobresaliendo por su fe y su caridad. Fue beatificado el 13 de junio de 1999 por Juan Pablo II.

       Del común de un mártir

Oficio de lectura

Segunda lectura
De las actas del Proceso canónico

Ha dado su vida para que otros pudieran vivir

 Pawel Januszewski nació en Krajenci, Polonia, el 11 de junio de 1907. A los veinte años, se sintió llamado al Carmelo, por lo que entró en el convento de Cracovia y tomó el nombre religioso de Hilario. Fue enviado a Roma, al Colegio San Alberto, para hacer los estudios teológicos. Allí emitió los votos solemnes y fue ordenado sacerdote en 1934. Al año siguiente, tras haber conseguido el grado de Lector en Teología y obtenido el premio asignado a los estudiantes más preparados de la Academia Romana de Santo Tomás, regresó a su patria y, en el convento de Cracovia, fue nombrado prefecto de clérigos y sacristán. Poco antes de estallar la II Guerra Mundial, en 1939, fue nombrado prior del convento de Cracovia.

El P. Hilario era exigente e inflexible consigo mismo, pero paciente y comprensivo con los demás. Siempre demostró predilección hacia los enfermos y necesitados. Era muy conocido por su piedad, que manifestaba en su celo apostólico, en la celebración de la santa misa, en la oración de la Liturgia de las Horas, en las demás prácticas religiosas y en su ferviente amor a la Orden y a su convento. En su iglesia de Cracovia pasaba largos ratos en devota oración ante la imagen milagrosa de María Santísima del Carmen. Daba conferencias frecuentes y bien preparadas a los clérigos, y en el oficio de ecónomo proveía lo necesario para todos, sin discriminación: a los clérigos, a los hermanos y a los padres.

El 4 de diciembre de 1940, cuando la Gestapo arrestó a algunos religiosos, él, expresándose en alemán, lengua que conocía muy bien, hizo todo lo posible por liberarlos y se ofreció en lugar de un religioso anciano y enfermo. Así comenzó su calvario, que terminó en el campo de concentración de Dachau.

Aquí fue empleado en el duro trabajo del campo, pero siguió siendo siempre el sacerdote y religioso que era: hombre de oración, que daba buen ejemplo a los demás y los exhortaba a esperar en un futuro mejor. Los animaba, los servía y los ayudaba; y, cuando recibía algún regalo de sus hermanos carmelitas de Cracovia, lo compartía con mucha sencillez. Consolaba a sus hermanos de religión con la esperanza de la vuelta a la patria y los animaba diciendo: «Tenéis que volver a Cracovia para trabajar en la viña del Señor». Por la noche, los prisioneros carmelitas, después del último llamamiento, se reunían a escondidas para rezar en común. En estos encuentros participaban también carmelitas de otras naciones; en ellos también tomó parte el beato Tito Brandsma, holandés.

Cuando la guerra iba a terminar y ya parecía cercana la liberación, estalló en el campo una epidemia de tifus. Ningún vigilante quiso socorrer a los contagiados. Entonces las autoridades se dirigieron a los sacerdotes, y treinta y dos de ellos se ofrecieron espontáneamente para cuidar a los enfermos, aun sabiendo que caminaban hacia una muerte segura. Entre estos estaba el P. Hilario.

El arzobispo jesuita Kozlowski, que sobrevivió, dio este noble testimonio: «Su decisión era puro heroísmo, dictada por verdadero amor al prójimo. Lo que experimentamos durante aquellos cinco años podía anular todos los ideales superiores. La lucha despiadada por la existencia podía cultivar en muchos el egoísmo y la indiferencia hacia los demás. Pero aquellos héroes son un testimonio claro de que el mandamiento del amor al prójimo, promulgado dos mil años antes por Cristo, no es pura utopía, sino una realidad auténtica, que vence incluso donde reina el odio más ciego».

El P. Hilario había dicho a un compañero: «Yo tomo la decisión, aun siendo plenamente consciente del ofrecimiento de mi vida». Pudo servir durante veinte días a los contagiados, de los que morían un centenar al día. Y él mismo murió en la fiesta de la Anunciación de 1945, pocos días antes de que el campo de exterminio fuera liberado. El P. Hilario Pawel Januszewski fue llamado a la gloria de Cristo, y así se puso fin a su joven vida, llena de esperanza.

 
Responsorio (Cf. Mt 5, 11-12; Jn 15, 20)

R/. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. * Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
V/. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. * Alegraos y regocijaos.

 

Oración

Padre todopoderoso, que concediste al mártir beato Hilarlo Januszewshi pelear el combate de la fe hasta derramar su sangre; te rogamos que su intercesión nos ayude a soportar por tu amor la adversidad, y a caminar con valentía hacia ti, fuente de toda vida. Por nuestro Señor Jesucristo
 
 


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