NOVIEMBRE

13 de noviembre

BEATA MARIA TERESA DE JESÚS SCRILLI, VIRGEN Y FUNDADORA

OCarm: Memoria libre


Maria Scrilli nació en Montevarchi (Arezzo), Italia, el 15 de mayo de 1825. A través de la lectura de la vida de Santa María Magdalena de Pazzi, conoció la espiritualidad carmelita y esto le hizo ingresar en el monasterio de Florencia donde vivió la santa. Allí permaneció poco tiempo porque el Señor le inspiró que la quería en el mundo “para llevarle almas a Él”. Al salir ingresó en la Tercera Orden Carmelita tomando el nombre de María Teresa de Jesús. En 1852, con la aprobación del Obispo de Fiésole, se hace cargo de una escuela para niñas en unión de algunas compañeras y reciben el hábito carmelita: fue el comienzo del Instituto de Nuestra Señora del Carmelo. Tras muchas dificultades y supresiones de las escuelas,  murió en Florencia el 14 de noviembre de 1889, cuando el Instituto apenas estaba comenzando de nuevo. Fue beatificada el 8 de octubre de 2006 en Fiésole, Italia.

 
       Del común de vírgenes, menos lo que sigue:

 Segunda Lectura
De los escritos de la Beata María Teresa Scrilli
(LEV- Città del Vaticano 2006, “Autobiografia”, 37)
 

¡Oh que buena guía es gozar con Él para padecer con Él,  y después volver a descansar en Él!

El sentimiento de la Divina Presencia, como ya dije, se me había vuelto continuo: en la oración no podía aprovecharme de los libros, ni tampoco hacerla vocalmente; era una unión dulcísima (si no yerro, una oración de quietud, dando a ésta el nombre de unión y creyéndola como tal, según mis pobres conocimientos), dije que era una unión dulcísima, de la cual no sabía cómo separarme, o por decir mejor, no me resignaba al cese de la misma, si no estaba persuadidad de dejar a Dios por Dios; es decir, dejar a Dios en la contemplación de Magdalena, para volver a encontrarlo en los deberes propios, en los quehaceres de Marta; como si le hubiera dado su puesto, no otra cosa, pero no volcándose totalmente en ellos, pensando, creo yo,  que no sería corregida por el Divino Maestro: más aún, que se goza en que dejemos de gozar en Él para padecer por Él, y luego volver a descansar en Él.  ¡Oh qué buena guía es (como en otras cosas) el amor puro de Ti! Y ¡cómo es fácil, en esta andadura mixta, que se nos introduzca el amor propio!, o sea, darnos satisfacción a nosotros mismos, que aunque sea espiritual, no creo que sea buena y no lo creería nunca. Ahora me he confirmado en esto por algunas cosas que he leido, creo, en los escritos de la Santa Madre Teresa; pero como dije, aún antes de leerlo tenía tal opinión. Es una gran miseria la que veo y, por lo mismo, he sacado experiencia: que queramos ser devotos y espirituales a nuestro modo, y no lo seamos de ninguna manera. Las cabezas pequeñas caen facilmente en el primer error, las grandes (no de tamaño) en la segunda desgracia. ¡Oh Dios mío! Que cosa tan mala es la soberbia, más aún, malísima, que mientras todo lo descompone, nos desvía de la cualidad más bella del hombre, como es el entendimiento y de su verdadero fin. ¡Oh, si éste se emplease para lo que Tú nos lo diste...sería nuestra felicidad! Y ¿porqué no se entiende, puesto que Tú - me refiero al entendimiento - nos hiciste regalo del mismo? ¡Ah! Nuestra felicidad la desperdiciamos en cosas vanas y falsas, que tal vez no llegaremos a entender, o bien porque no nos serán concedidas, o porque cuando nos las quitan, nos producen una muerte inmadura.

¡Oh ceguera… oh ceguera! Perderse en las ciencias humanas cuando éstas no nos conducen al fin inmortal; no pueden llamarse de ese modo, puesto que se acabarán alguna vez.

¡Oh Esposo mío! ¡qué duro es conocer esto para quien tanto Te ama! Me refiero a comprender cómo los hombres  no se preocupan de conocerte… como si otra cosa les fuera más necesaria que ésta. ¡Oh confusión de los entendimientos humanos! Muchas cosas son aceptadas en nuestro siglo por los mejores (aquellos que desean ser verdaderos cristianos) y,  aún más, debido a las circunstancias, se practican con la excusa de un deber de conveniencia, o por la costumbre de los tiempos, que con el paso de los años se vuelven inciviles y cambian. ¡Oh tú... civilización funesta para nosotros que poco a poco apagas la religión en el corazón del hombre!

¡Oh Esposo, oh Esposo!: ¿quién te seguirá allá en medio del gran mundo? Si hay quien no te sigue por malicia o por respeto humano, creo que hay otros que no lo hacen por ignorancia, porque han sido educados y han crecido en esta civilización, o bien por condición y miseria: estos últimos no son como los primeros que he dicho, aquellos tratan de conseguir las ciencias vanas y, fascinados por ellas, ¡descuidan el conocimiento de las cosas de Dios! No hay allí donde apoyar la cabezar: por todas partes se ven malezas y espinas, vanidad y vanidades, y temo que, aún aquello que aparece como virtud, sea verdadera o insípida piedad; si el rico no la rehuye por temor de infección o asqueado de ella,  lo hace más bien como ávido de honor, antes que por lo nausebundo de la misma, y nos agrada estar más o menos cerca de la misma.

 
Responsorio (Gal 5, 14. 13; Jn 13, 34)

R. Toda la ley alcanza su plenitud en un solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo. * Poneos al servicio los unos de los otros por el amor.
V. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también vosotros. * Poneos al servicio los unos de los otros por el amor.

 Oración

Dios omnipotente y eterno, que has dado un modelo de santidad y de caridad en la beata Maria Teresa Scrilli, entregada totalmente a la oración y al cuidado de los jóvenes y de los pobres, concédenos por su intercesión trabajar por Ti en este mundo, para descansar contigo en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
 
 


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