NOVIEMBRE

14 de noviembre

TODOS LOS SANTOS CARMELITAS

OCarm -  OCD: Fiesta

 
La Orden del Carmen celebra hoy a Todos sus Santos. Es una ingente multitud de mártires, monjes, confesores, vírgenes, doctores, religiosos y religiosas que se santificaron consagrados a Dios viviendo al servicio e imitación de la Virgen María, según la Regla carmelitana. Toda esta familia glorificada del Carmelo, con María, su Madre, a la cabeza, constituye en este día el motivo de nuestra alabanza a Dios.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos a Cristo Jesús, hijo de María, del que procede toda santidad.

El salmo invitatorio como en el Ordinario, en el Apéndice I, p.

 

Oficio de lectura

Himno

Caminemos para el cielo,
«hijos» del Carmelo.

La pobreza es el camino,
el mismo por donde vino
nuestro Emperador al suelo,
«hijos» del Carmelo.

No deja de nos amar
nuestro Dios, y nos llamar:
sigámosle sin recelo,
«hijos» del Carmelo.

Vámonos a enriquecer,
a donde nunca ha de haber
pobreza ni desconsuelo,
«hijos» del Carmelo.

Y al padre Elías siguiendo,
nos vamos contradiciendo
con su fortaleza y celo,
«hijos» del Carmelo.

Y si así lo hacemos
los contrarios venceremos
y a la fin descansaremos
con el que hizo tierra y cielo,
«hijos» del Carmelo. Amén.
 

Salmodia

Ant.1. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Salmo 1

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.

En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos Ajaba mal.
 

Ant. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Ant. 2. Dio el Señor su heredad a los que veneran su nombre.
 

Salmo 60

Escucha, oh Dios, mi clamor,
atiende a mi súplica.

Te invoco desde el confín de la tierra
con el corazón abatido:
llévame a una roca inaccesible.

Porque tú eres mi refugio
y mi bastión contra el enemigo.

Habitaré siempre en tu morada,
refugiado al amparo de tus alas.

Porque tú, oh Dios, escucharás mis votos
y me darás la heredad de los que temen tu nombre.

Añade días a los días del rey,
que sus años alcancen varias generaciones;
reine siempre en presencia de Dios:
tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.

Yo cantaré salmos a tu nombre,
e iré cumpliendo mis votos día tras día.
 

Ant. Dio el Señor su heredad a los que veneran su nombre.

Ant. 3. Los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración.
 

Salmo 83

¡Qué deseables son tus moradas,
Señor del universo!

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar su polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.

Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
y tiene tus caminos en su corazón.

Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver al Dios de los dioses en Sión.

Señor del universo,
escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.

Fíjate, oh Dios, escudo nuestro,
mira al rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,
el Señor da la gracia y la gloria;
y no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor del universo, dichoso el hombre
que confía en ti!
 

Ant. Los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración.

V/. Una luz sin ocaso brillará, Señor, sobre tus santos.
R/. Y la eternidad los esclarecerá.

 
Primera lectura

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (19,1-2a. 4-10; 21, 1-7)

Gloria de los santos en la nueva Jerusalén

 Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran muchedumbre, que decía:

- «¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos».

Y los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo:

- «¡Amén! ¡Aleluya!».

Y salió una voz del trono, que decía:

- «Alabad a nuestro Dios sus siervos todos, los que lo teméis, pequeños  y grandes».

Y oí como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el rumor de muchas aguas y como el fragor de fuertes truenos, que decían:

- «Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido y se le ha concedido vestirse de lino resplandeciente y puro –el lino son las buenas acciones de los santos–».

Y me dijo:

- «Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”».

Y añadió:

- «Estas son palabras verdaderas de Dios».

Caí a sus pies para adorarlo, pero él me dijo:

- «No lo hagas, yo soy como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús; a Dios has de adorar».

El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía:

- «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido».

Y dijo el que está sentado en el trono:

- «Mira, hago nuevas todas las cosas».

Y dijo:

- «Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».

Y me dijo:

- «Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de  la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo».
 

Responsorio (Ap 3, 5a; 21, 6b)

R/. El vencedor será vestido de blancas vestiduras, * Y no borraré su nombre del libro de la vida.
V/. Al que tenga sed yo de daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. * Y no borraré.

 
Segunda lectura

De las obras de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia.
(Moradas V 1, 2; Camino 11, 4; Fundaciones 14, 4; 4, 6. 6; 29, 33: EDE, 2000)

Somos descendientes de santos

Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos padres nuestros del monte Carmelo que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita).

Acordémonos de nuestros padres santos pasados, ermitaños, cuya vida pretendemos imitar.

Tengamos delante nuestros fundadores verdaderos, que son aquellos santos padres de donde descendimos, que sabemos que por aquel camino de pobreza y humildad gozan de Dios.

Oigo algunas veces de los principios de las Órdenes decir que, como eran los cimientos, hacía el Señor mayores mercedes a aquellos santos nuestros pasados. Y es así, mas siempre habían de mirar que son cimientos de los que están por venir. Porque, si ahora los que vivimos no hubiésemos caído de lo que los pasados, y los que viniesen después de nosotros hiciesen otro tanto, siempre estaría firme el edificio. ¿Qué me aprovecha a mí que los santos pasados hayan sido tales, si yo soy tan ruin después, que dejo estragado con la mala costumbre el edificio? Porque está claro que los que vienen no se acuerdan tanto de los que ha muchos años que pasaron como de los que ven presentes. Donosa cosa es que lo eche yo a no ser de las primeras, y no mire la diferencia que hay de mi vida y virtudes a la de aquéllos a quien Dios hacía tan grandes mercedes.

Si viere va cayendo en algo su orden, procure ser piedra tal, con que se torne a levantar el edificio, que el Señor ayudará para ello.

Por amor de nuestro Señor les pido se acuerden cuán presto se Ajaba todo, y la merced que nos ha hecho nuestro Señor a traernos a esta orden, y la gran pena que tendrá quien comenzare alguna relajación. Sino que pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos. Poco durará la batalla, y el fin es eterno.
 

Responsorio (2Cor 6, 16; cf. Lv 26, 11a)

R/. Habitaré entre ellos y caminaré con ellos; * Seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
V/. Estableceré mi morada en medio de ellos. * Y seré.

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Oficio de Vigilia

Ant. Tienen la belleza del Carmelo; ellos verán la gloria del Señor y la belleza de nuestro Dios.

Cántico I
Sab 3, 1?6

La vida de los justos está en manos de Dios

¡Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor! Sí, que descansen de sus fatigas (Ap 14, 13)


La vida de los justos está en manos de Dios,
y ningún tormento los alcanzará.

Los insensatos pensaban que había muerto,
y consideraban su tránsito como una desgracia,
y su salida de entre nosotros una ruina,
pero ellos están en paz.

Aunque la gente pensaba que cumplían una pena,
su esperanza estaba llena de inmortalidad.

Sufrieron pequeños castigos,
recibirán grandes favores,
porque Dios los puso a prueba
y los halló dignos de él.

Los probó como oro en crisol
y los aceptó como sacrifico de holocausto.
 

Cántico II
Sab 3, 7-9

La gloria futura de los justos

Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre (Mt 13, 43)


En el día del juicio resplandecerán
y se propagarán como chispas en un rastrojo.

Gobernarán naciones, someterán pueblos,
y el Señor reinará sobre ellos eternamente.

Los que confían en él comprenderán la verdad
 y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado;
porque la gracia y la misericordia
son para sus devotos
y la protección para sus elegidos.
 

Cántico III
Sab 10, 17-21

Dios conduce a su pueblo a la salvación

Los vencedores de la bestia cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero (cf. Ap 15, 2. 3)


Dio a los fieles la recompensa de sus trabajos,
los condujo por un camino maravilloso;
fue para ellos sombra durante el día
y resplandor de estrellas por la noche.

Les abrió paso a través del mar Rojo
y los condujo a través de aguas caudalosas;
sumergió a sus enemigos,
y luego los sacó a flote
desde  lo hondo del abismo.

Por eso los justos despojaron a los impíos,
cantaron himnos, Señor, a tu santo nombre
y celebraron a coro tu mano vencedora,
porque la sabiduría abrió la boca de los mudos
y soltó la lengua de los niños.
 

Ant. Tienen la belleza del Carmelo; ellos verán la gloria del Señor y la belleza de nuestro Dios.
 

Evangelio (Mt 25, 34-46)

Entonces dirá el rey a los de su derecha:

- «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnu­do y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vi­nisteis a verme».

Entonces los justos le contestarán:

- «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?».

Y el rey les dirá:

- «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».

Entonces dirá a los de su izquierda:

- «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dis­teis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfer­mo y en la cárcel y no me visitasteis».

Entonces también estos contestarán:

- «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o foras­tero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?».

El les replicará:

- «En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo».

Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

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Himno Te Deum, Apéndice I, p.
La oración, como en Laudes.

 

Laudes

Himno

Carmen de nuestra Señora,
al despuntar la alborada,
canta música callada
en tu soledad sonora.

Hoy los carmelitas santos
nos dan a la amanecida
sus ideales de vida
a cambio de nuestros cantos.

Teresa con su sencillo
Camino de perfección
nos guía por la oración
y virtudes al castillo.

Desde el eterno horizonte
san Juan de la Cruz enseña
dónde llega quien se empeña,
por la subida del monte.

Nimbada de la fragancia
de sus rosas, Teresita
a seguirla nos invita
por el camino de infancia.

Los santos que en soledad
fueron de Dios por entero
nos descubren el sendero
que va a la interioridad.

Los que emularon el celo
de Elías y de Teresa
nos convocan a la empresa
misionera del Carmelo.

Tributemos homenaje
de amor a la Trinidad
que hizo a María heredad
y honor de nuestro linaje. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Tus fieles, Señor, entregados a la oración vigilante, contemplaron tu poder y tu gloria.

Salmos y cántico del domingo de la semana I. Apéndice II, p.

Ant. 2. Santos y Santas de Dios, bendecid al Señor por siempre.

Ant. 3. Ni el ojo vio, ni el oído oyó, lo que Dios ha preparado para los que le aman.
 

Lectura breve (1Pe 2, 9-10)

Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais no-pueblo, ahora sois pueblo de Dios, los que antes erais "no compadecido", ahora sois objeto de compasión.
 

Responsorio breve

R/. Alegraos, justos, * Y gozad con el Señor. Alegraos.
V/. Aclamadlo, los de corazón sincero. * Y gozad. Gloria al Padre. Alegraos.

Benedictus, ant. Una nube ingente de espectadores nos rodea: corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús.
 

Preces

Demos gracias a Dios Padre, que nos alegra hoy con la fiesta de los santos carmelitas, nuestros hermanos, y digámosle con los mismos sentimientos de nuestra Madre, la Virgen María:

Proclaman nuestras almas tu grandeza, Señor.

Tú, que llamaste a tu pueblo al desierto para pactar con él una alianza de amor,
- renueva tu alianza con nosotros por Cristo Jesús.

Tú, que nos has destinado a ser hermanos de María, para acoger y cumplir tu palabra como ella,
- haznos imitadores de nuestra Señora en el mundo, sirviendo a Cristo y cooperando a su obra         redentora.

Tú, que nos has llamado al trato de amistad contigo, a ejemplo de Elías,
-  concédenos que, viviendo siempre en tu presencia, nos abrasemos en el amor apasionado de tu gloria.

Tú, que has suscitado nuestra familia, para mantener en la Iglesia un alto espíritu de oración,
- ayúdanos a caminar hacia la unión contigo por la senda de la vida teologal, para ser así ante los      hombres testigos de la intimidad divina.

Tú, que infundiste a nuestros Santos celo y caridad tan ardientes, que no vacilaron en dar la vida        por sus hermanos,
- haz que, llevando de continuo la muerte de Cristo en nuestro cuerpo, colaboremos en la tarea de la salvación de los hombres con entrega total.

Padre nuestro.

 

Oración

Te pedimos Señor, que nos asistan con su protección la Santísima Virgen María, nuestra Madre, y todos los Santos de la familia del Carmelo, para que, imitando con fidelidad sus ejemplos, sirvamos generosamente a tu Iglesia con la oración y la vida apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo.

 


Hora intermedia

Tercia

Lectura breve (Ef 6, 17-18)

Poneos el  casco la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios.  Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos.

V/. Lámpara es tu palabra para mis pasos.
R/. Luz en mi sendero.
 

Sexta

Lectura breve ( Ef 5, 18b-20)

Dejaos llenar del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

V/. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor.
R/. Y te bendigan tus fieles.
 

Nona

Lectura breve ( 2Cor 4, 17-18)

Una leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.

V/. Mis elegidos no se fatigarán en vano.
R/. Pues serán raza bendita del Señor.


Vísperas

Himno

Cantamos vuestro triunfo, carmelitas celestes,
soldados valerosos de Cristo coronados,
que limpios de las tristes, pesadas armaduras,
inmarcesiblemente pobláis los altos campos.

¡Mártires, escuadrones de mártires purpúreos;
las bocas entreabiertas, la palma entre las manos!

¡Vírgenes, caminantes ejércitos de vírgenes,
que perfumáis los aires con un vestido blanco!

Y ¡vosotros, también, anacoretas,
terror de los demonios, lirios ensangrentados,
que en remotos silencios, admirados de fieras,
sin rozar las ciudades volabais a los astros!

¡Oh pueblo luminoso! ¡Carmelo innumerable!

A vosotros, las fijas estrellas sin ocaso,
nosotros, peregrinos de las noches oscuras,
os pedimos la lumbre. ¡Celestiales Hermanos! Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, dice el Señor.
 

Salmo 14

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.

El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.
 

Ant. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, dice el Señor.

Ant. 2. Ya no os llamo siervos; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
 

Salmo 111

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad dura por siempre.

En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará.

El recuerdo del justo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.

Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.

La ambición del malvado fracasará.
 

Ant. Ya no os llamo siervos; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

Ant. 3. Oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: «¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios».
 

Cántico
Ap 4, 11; 5, 9. 10.12

Eres digno, Señor Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado,
y con tu sangre has adquirido para Dios
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinarán sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
 

Ant. Oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: «¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios».
 

Lectura breve (Rom 8, 28-30)

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
 

Responsorio breve

R/. Los justos se alegran y gozan * En la presencia de Dios. Los justos.
V/. Rebosando de alegría * En la presencia. Gloria al Padre. Los justos.

Magníficat, ant. Vosotros, los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna.
 

Preces

Invoquemos a Cristo Salvador, confiados en la ayuda de la Virgen María, nuestra Madre, y en la        intercesión de los santos carmelitas, y digámosle:

Santifícanos en la verdad.

Tú, que has llamado al Carmelo a tus fieles, para que te sigan más de cerca por el camino de los consejos evangélicos hacia la meta de la caridad perfecta,
- haz que en la Iglesia edifiquemos la verdad sobre el amor.

Tú, que avivaste en nuestros santos el fuego de la caridad fraterna,
- haz florecer en nuestras comunidades el «estilo de hermandad» que implantó Teresa, nuestra         Madre.

Tú, que llamaste a nuestros santos al servicio e imitación de la Virgen María.
- concédenos caminar siempre en una vida nueva bajo la mirada amorosa de la Madre y Reina del Carmelo.

Tú, que has elegido a los carmelitas para que se comprometan en la conquista del «castillo interior» y aspiren a la unión divina,
- enséñanos a compartir los tesoros de la contemplación con los hombres, nuestros hermanos.

Tú, que eres corona inmarcesible y gozo cumplido de nuestros santos,
- otorga a los difuntos carmelitas tu luz eterna en las moradas del cielo.

Padre nuestro.

 

Oración

Te pedimos, Señor, que nos asistan con su protección la Santísima Virgen María, nuestra Madre y todos los Santos de la familia del Carmelo, para que, imitando con fidelidad sus ejemplos, sirvamos generosamente a tu Iglesia con la oración y la vida apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 


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