JULIO

20 de julio

SAN ELÍAS, PROFETA, PADRE ESPIRITUAL DEL CARMELO

OCarm: Solemnidad - OCD: Fiesta


Celebra hoy el Carmelo al Profeta Elías, el hombre que caminó siempre en la presencia de Dios. Su nombre, que significa «Yahvé es Dios», expresa ya su carácter y su función en la historia bíblica como defensor de los derechos del único Dios verdadero, derechos que vindicó en público desafío celebrado en el monte Carmelo. Poco después, en el monte Horeb, tendría la experiencia íntima de la trascendencia de Dios. La Biblia describe su fin misterioso como un rapto en un carro de fuego. En la transfiguración de Jesús en el Tabor, Elías aparece como el representante de los profetas. Los ermitaños que iniciaron la vida monástica en honor de la Virgen María en las laderas del monte Carmelo, hacia finales del siglo XII, tomaron al profeta Elías, junto con María, como modelo de su vida. Por eso los carmelitas le rendimos este culto especial.
 


I Vísperas

Himno

Alzóse Elías como llama viva,
y su palabra flameante antorcha;
cierra las nubes, y las abre luego
con su plegaria.

Tú, que destruyes a tiranos reyes,
tú, que al humilde pones en el trono,
tú, del Excelso las palabras oyes:
juicios divinos.

Contra las iras de malvada reina,
alimentado con manjar celeste,
andas camino de cuarenta días
por el desierto.

Eres profeta, padre de profetas,
eres pasible, pero tú no mueres;
carro de fuego te arrebata y lleva
vivo a los cielos.

En esplendores de radiante gloria
Cristo te quiere con Moisés testigo:
Tú testificas que oración y cruces
nos transfiguran.

Danos tu mano, Padre, te seguimos
hacia las cumbres del Carmelo santo;
siempre al impulso del querer divino,
siempre a tu lado.

Gloria por siempre sea al Trino y Uno:
Padre y su Verbo con el Santo Espíritu;
al Dios de Elías con amor cantemos
férvorosos himnos. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido.
 


Salmo 110

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.

Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su justicia dura por siempre.

Ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a los que le temen
recordando siempre su alianza.

Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.

Su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.
 

Ant. Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido.

Ant. 2. ¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si el Señor es Dios, seguidle.
 


Salmo 113 B

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.

¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.

Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Los que temen al Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los que temen al Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos.

Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

El cielo pertenece al Señor,
la tierra se les ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.

Nosotros, los que vivimos,
bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
 

Ant. ¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si el Señor es Dios, seguidle.

Ant. 3. El Señor dará el galardón a sus siervos los profetas.
 

Cántico (Ap 11, 17-18; 12, 10-12a)

«Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido tu gran poder
para establecer tu reinado.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra».

«Ahora se ha establecido la salvación y el poder
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y de la palabra del testimonio que habían dado,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.

Por esto, estad alegres, cielos,
y los que habitáis en ellos».
 

Ant. El Señor dará el galardón a sus siervos los profetas.
 

Lectura breve (Sant 5, 16b-18)

Mucho puede la oración insistente del justo. Elías era semejante a nosotros en el sufrimiento, y rezó insistentemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Volvió a orar, y el cielo dio la lluvia y la tierra produjo su fruto.
 

Responsorio breve

R/. Felices son * Los que te vieron. Felices son.
V/. Y fueron honrados con tu amistad. * Los que te vieron. Gloria al Padre. Felices son.
 

Magníficat, ant. Habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo.
 

Preces

Alabemos al Dios vivo y verdadero, que escogió al profeta Elías para heraldo de su omnipotencia y de su misericordia, y supliquémosle:

Escucha a tu pueblo, Señor.

Tú, que te hiciste presente en el sacrificio de Elías y lo consumiste con fuego del cielo,
- dígnate recibir nuestro sacrificio vespertino para bien de la Iglesia.

Tú, que por la oración de Elías en el monte Carmelo mandaste del cielo la esperada lluvia.
- llena a los carmelitas del espíritu de oración, a fin de que consigan para el mundo la lluvia de tu gracia.

Tú, que hiciste al profeta Elías ministro de reconciliación entre los padres y los hijos,
- haznos a nosotros constructores de la paz de Cristo en el mundo.

Tú, que escogiste al profeta Elías para celador de tu justicia y de tu culto,
- infunde en nosotros ese mismo espíritu para que te alabemos a ti y sirvamos a nuestros hermanos con espíritu evangélico.

Tú, que arrebataste al profeta Elías en un torbellino de fuego,
- admite propicio a nuestros hermanos difuntos en la gloria.

Padre nuestro.
 


Oración

Señor, Dios de nuestros padres en la fe, que concediste al profeta Elías vivir en tu presencia, inflamado por el celo de tu gloria; concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
 


Invitatorio

Ant. Venid, adoremos al Dios vivo, que nos habló por los profetas.

El salmo invitatorio como en el Ordinario, en el Apéndice I, p.

Oficio de lectura

Himno

Era un incendio rojo la cumbre del Carmelo
cuando Elías lanzaba su voz hacia la altura.

Por sus ojos de llama se derrumbaba el cielo,
el celo del Señor se hizo quemadura.

Profetas de Baal han retado al Profeta,
y el fuego de Yahvé ha acudido a su grito.

Su espíritu vibraba con brillo de saeta
y aprisionó el torrente del poder infinito.

Y vino el fuego hiriente y abrasó piedra y agua,
holocausto y altar. Precipitó los vientos
del celo y de la ira. Era una ardiente fragua
el pecho del Profeta de encendidos alientos.

La espada vengadora tomó vigor de arquero.

Una pasión de sangre empurpuró la cumbre.

El torrente Cisón era un ascua de acero
y su suelo manaba una fuente de lumbre.

Batió sus alas negras en vuelo la venganza
y se cernió su sombra de muerte en el desierto.

Inmensos arenales de odio, en donde avanza
un Profeta sin alma por un camino incierto.

Y descendió el consuelo. La angélica presencia
le confortó en su ruta hasta Horeb. Tembloroso,
supo de Dios que se hizo gozosa transparencia
en un silbo del aire delgado y amoroso. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues yo soy mejor que mis padres!».
 


Salmo 10

 Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte»?

¿Porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?

Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?

Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.

Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.

Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
 

Ant. «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues yo soy mejor que mis padres!».

Ant. 2. El ángel del Señor le dijo: «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo».
 


Salmo 27, 1-3. 6-9

A ti, Señor, te invoco;
Roca mía, no seas sordo a mi voz;
que, si no me escuchas, seré igual
que los que bajan a la fosa.

Escucha mi voz suplicante
cuando te pido auxilio,
cuando alzo las manos
hacia tu santuario.

No me arrebates con los malvados
ni con los malhechores,
que hablan de paz con el prójimo,
pero llevan la maldad en el corazón.

Bendito el Señor, que escuchó
mi voz suplicante;
el Señor es mi fuerza y mi escudo:
en él confía mi corazón;
me socorrió, y mi corazón se alegra
y le canta agradecido.

El Señor es fuerza para su pueblo,
apoyo y salvación para su Ungido.

Salva a tu pueblo y bendice tu heredad,
sé su pastor y llévalos siempre.
 

Ant. El ángel del Señor le dijo:«Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo».

Ant. 3. Elías comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios.
 


Salmo 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.

Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás».

Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme».

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
 

Ant. Elías comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios.

V/. Tú eres un hombre de Dios.
R/. Y es verdad en tu boca la palabra del Señor.
 

Primera lectura
Del libro del Eclesiástico (48, 1-7. 9-12a)

Glorioso fue Elías en sus portentos

Entonces surgió el profeta Elías como un fuego, su palabra quemaba como antorcha. Él hizo venir sobre ellos el hambre, y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor cerró los cielos y también hizo caer fuego tres veces.

¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos! ¿Quién puede gloriarse de ser como tú?

Tú despertaste a un cadáver de la muerte y del abismo, por la palabra del Altísimo; tú precipitaste reyes a la ruina y arrebataste del lecho a hombres insignes; en el Sinaí escuchaste palabras de reproche y en el Horeb sentencias de castigo.

Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente, en un carro de caballos de fuego; tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros, para aplacar la ira antes de que estallara, para reconciliar a los padres con los hijos y restablecer las tribus de Jacob.

Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor, porque también nosotros viviremos. Cuando Elías fue arrebatado en el torbellino, Eliseo se llenó de su espíritu.
 

Responsorio (1Re 17, 2-3a. 5a. 3b. 4)

R/. La palabra del Señor llegó Elías diciendo: «Sal de aquí, dirígete hacia oriente». * Elías hizo lo que le mandó el Señor.
V/. «Escóndete en el torrente Querit. Habrás de beber sus aguas y he ordenado a los cuervos que allí te suministren alimento». * Elías hizo.

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O bien:

Del primer libro de los Reyes (19, 4-9a. 11-14a)

Caminó hasta el monte de Dios

En aquellos días, Elías anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo:

- «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues yo soy mejor que mis padres!».

Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo:

- «¡Levántate y come!»

Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo:

- «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo».

Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se introdujo en la cueva y pasó la noche.

El Señor le dijo:

- «Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor».

Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva. Le llegó una voz que le dijo:

- «¿Qué haces aquí, Elías?», y él respondió:

- «Ardo en celo por el Señor Dios del universo».
 

Responsorio (1Re 17, 2-3a. 5a. 3b. 4)

R/. La palabra del Señor llegó a Elías diciendo: «Sal de aquí, dirígete hacia oriente». * Elías hizo según la palabra del Señor.
V/. «Escóndete en el torrente Querit. Habrás de beber sus aguas y he ordenado a los cuervos que allí te suministren alimento». * Elías hizo según la palabra del Señor.

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Segunda lectura

De las homilías de san Gregorio, papa, sobre el libro del profeta Ezequiel.
(Lib. II, h. I, 17-18; PL 76, 947-948)

Contemplación mística de la majestad de Dios

 A menudo el alma, durante la divina contemplación, se eleva tan alto, que llega a saborear gozosamente por vía imaginaria algo de aquella libertad eterna que ni el ojo vio, ni el oído oyó; pero vencida por el peso de la condición mortal, vuelve a caer en lo hondo y se siente como aherrojada con las cadenas de su reclusión. El alma que contempla los goces de su verdadera libertad se acerca instintivamente hacia la puerta buscando la salida, pero no puede aún evadirse.

Por eso, cuando el pueblo hebreo, liberado de la esclavitud de Egipto, veía la columna de nube mientras hablaba el Señor, cada uno «estaba» a la puerta de su tienda y «adoraba».

Es un hecho que estamos donde ponemos los ojos del alma. Así Elías pudo decir: Vive el Señor, Dios de Israel, ante quien sirvo. En efecto, el profeta estaba donde había puesto su corazón. Y ¿qué otra cosa significa ver el pueblo la columna de nube y estar cada uno a la puerta de su tienda y adorar, sino que el alma humana cuando contempla, aunque solo sea en enigma, las sublimes realidades celestes, abandona ya el encierro de su mansión corporal en alas de un levantado pensamiento, y adora humildemente al Dios, cuyo poder admira merced a una ilustración del espíritu, pero cuya esencia no puede ver todavía?

Si se nos detalla que Elías, al escuchar la voz de Dios que le hablaba, se situó a la boca de su cueva y se cubrió el rostro, es porque el hombre, cuando le resuena en el alma la voz de la Sabiduría eterna a través de la gracia de la contemplación, ya no se halla del todo en la cueva, pues el espíritu se ve entonces libre de los cuidados del cuerpo, sino que está junto a la salida, pensando en dejar el estrecho recinto de la carne mortal.

Pero es preciso que quien está junto a la boca de la cueva y percibe la palabra de Dios en el oído del corazón, se cubra el rostro, porque cuando llegamos a la comprensión de profundos misterios con la luz de la gracia divina, tanto más nos hemos de humillar siempre a nuestro propios ojos, cuanto más regalada sea nuestra elevación mística, de manera que procuremos no estimarnos más de lo que conviene, sino estimarnos  moderadamente, no sea que, por la curiosa indagación de las cosas invisibles, nos distraigamos, o pretendamos buscar destellos corpóreos en una naturaleza espiritual. Aplicar el oído y cubrirse el rostro significa escuchar mentalmente la voz de un Ser superior dentro de nosotros y, sin embargo, apartar los ojos del corazón de toda especie corporal, evitando que el alma se imagine nada corpóreo en aquel Ser omnipresente e incircunscrito, al mismo tiempo.

Por tanto, queridos hermanos, nosotros que, mediante la muerte, resurrección y ascensión de nuestro Redentor, hemos llegado a conocer los goces del mundo futuro; nosotros, que creemos en la aparición de sus ángeles –nuestros conciudadanos– para dar testimonio de su divinidad, suspiremos por nuestro Rey, anhelemos la compañía de esos conciudadanos, conocidos nuestros, y, mientras permanecemos en este edificio de la santa Iglesia, pongamos los ojos en la puerta de salida. Volvamos las espaldas del alma a esta corruptible vida mortal. Orientemos el rostro del corazón hacia la libertad de la patria celeste. Pero mirad: aún son demasiadas las preocupaciones terrenas que nos esclavizan. Entonces, ya que no podemos abandonar definitivamente nuestra cueva, mantengámonos, al menos, junto a la boca, listos para partir venturosamente un día por la gracia de nuestro Salvador, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 

Responsorio (1Re 19, 11a.13b.12b)

R/. El Señor dijo a Elías: * «Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor».
V/. Elías salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva y escuchó el susurro de una brisa suave. * Sal y permanece.

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O bien:

Del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia
(Cántico B, canc. 14, 12. 14?15; EDE, 2008)

El silbo de los aires amorosos

Por los aires amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias del Amado, las cuales, mediante la dicha unión del Esposo, embisten en el alma y amorosísimamente se comunican y tocan en la sustancia de ella.

Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia de Dios y de sus virtudes, la cual redunda en el entendimiento del toque que hacen estas virtudes de Dios en la sustancia del alma; que este es el más subido deleite que hay en todo lo demás que gusta el alma aquí.

Porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o toques aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia.

Y llámale silbo, porque, así como el silbo del aire causado se entra agudamente en el vasillo del oído, así también esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma, que es muy mayor deleite que todos los demás.

Por significar este silbo la dicha inteligencia sustancial, piensan algunos teólogos que vio nuestro padre Elías a Dios en aquel silbo de aire delgado que sintió en el monte a la boca de su cueva. Allí le llama la Escritura silbo de aire delgado, porque de la sutil y delicada comunicación del espíritu le nacía la inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el alma silbo de aires amorosos, porque de la amorosa comunicación de las virtudes de su Amado le redunda en el entendimiento, y por eso, le llama silbo de aires amorosos.

Este divino silbo que entra por el oído del alma no solamente es sustancia, como he dicho, entendida, sino también descubrimiento de verdades de la divinidad y revelación de secretos suyos ocultos; porque, ordinariamente, las veces que en la Escritura divina se halla alguna comunicación de Dios, que se dice entrar por el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos de Dios; los cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma, sin servicio y ayuda de los sentidos; y así, es muy alto y cierto. Esto se dice comunicar Dios por el oído. Que por eso, para dar a entender san Pablo la alteza de su revelación, vino a decir: Oí palabras secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se piensa que vio a Dios también, como nuestro padre Elías, en el silbo.

Porque, así como la fe, como también dice san Pablo, es por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual.
 

Responsorio (Cf. 1Re 19, 13. 12; 2Cor 12, 4b)

R/. Elías cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva, * Cuando escuchó un silbo de aire delgado.
V/. Y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz fe repetir. * Cuando escuchó.

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O bien:

Del libro de la Institución de los primeros monjes.
(Libro I, cap. 9; An. Ord. Carm., 3 [1914-1916], 365-367)

El ejemplo de Elías

Elías hizo según la palabra del Señor. Porque Elías salió de su tierra y de su parentela y de la casa de su padre se retiró a la soledad, determinando el Señor entonces algo mejor para él; es a saber, librarlo de la muerte y conducirlo a la perfección de la vida. Puesto que el pueblo de Israel, engañado por el rey Ajab recientemente, adoraba entonces a Baal, como a un dios dador de lluvias y de la fertilidad, y de todos los demás bienes temporales. No se percataba aquel pueblo de que todos estos bienes provienen del verdadero Dios de Israel y no de Baal; según se queja el Señor por el profeta diciendo: Ella no comprendía que era yo quien le había dado trigo, mosto y aceite virgen, quien le había prodigado plata y oro, los convirtieron en ídolos. Por esto, queriendo Elías demostrar entonces al rey Ajab y al pueblo de Israel que el verdadero Dios era el que él adoraba y que era un dios falso Baal a quien el rey, por instigación de la reina, iba introduciendo a la adoración del pueblo, les intimó la palabra del Señor, que por más que invocasen a Baal, este no les podría dar la lluvia, y que no descendería durante aquellos años lluvia ni rocío sobre la tierra hasta que Elías suplicara al Dios de Israel. Y, porque a causa de la falta de lluvia, se desencadenó gran hambre en el reino de Samaría, por eso el rey lo buscaba para matarlo. Pero Elías, antes de que el rey se pusiera a buscarlo, hizo según la palabra del Señor. Porque, a fin de no ser hallado por el rey, se retiró por divino impulso de su tierra, de su parentela, y de la casa de su padre a la soledad, dejando, por consiguiente, las riquezas mundanas, no solo con el afecto, sino también de obra; para que ni los domésticos cuidados, ni las riquezas o las posesiones terrenas le impidieran conseguir la perfección a la que Dios le llamaba.

Y sigue: Ardo en celo por el Señor, Dios del universo. Con razón merecía él estar de pie ante la excelsitud de la divina majestad, ya que había fijado la marcha de su espíritu en tan alta cumbre de perfección, que nadie entre los nacidos de mujer la haya superado en la plenitud de la perfección. Porque, si bien es cierto que nuestro Salvador dijo: En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista, también el ángel Gabriel atestigua que Elías es igual, sin duda alguna, que Juan, cuando hablando a Zacarías, afirma que Juan irá delante de Cristo en el espíritu y poder de Elías. El corazón de este Elías, mientras en el desierto se requemaba dentro de sí a impulso de su ferviente caridad, y en su meditación se inflamaba el fuego del divino amor, gustaba frecuentemente la inefable gloria de Dios y se sentaba, esto es, descansaba en el torrente de las delicias, en el que Dios da a beber a los que le aman; pues dice el profeta: Los abrevas en el torrente de tus delicias. Pero, aunque Elías ponía entonces el máximo empeño en descansar ininterrumpidamente en tan inefable cuanto deliciosa contemplación, oprimido, sin embargo, por el cuerpo corruptible, no podía permanecer constantemente en ella. Por lo que, vuelto a sí mismo, ya se regocijaba en su corazón silenciosamente por el recuerdo de la pregustada suavidad; ya, por el contrario, intensamente sollozaba por el deseo y el hambre de volver a paladear la suavidad de tan gozosa dulzura.

Y prosigue: Los cuervos le llevaban pan y carne por la mañana  y lo mismo al atardecer. Con estos alimentos Elías sustentaba en el desierto su fatigado cuerpo lo necesario solamente para no desfallecer. Ni cabe dudar de que era Dios quien suministraba aquel pan y aquella carne para que los cuervos se lo llevaran. Pues ya antes de marchar al torrente Querit, le predijo Dios: Y he ordenado a los cuervos que allí te suministren alimento. Por eso Elías, mientras estuvo en el Querit confiando en el Señor, dejaba en las manos de Dios su alimento, quien se cuidaba de él. Todo lo que era necesario para esta ayuda se lo añadía Dios, porque él buscaba primero el reino de Dios y su justicia.

Percatándose de que solo por la fragilidad de su propia carne era removido de aquella arcana participación de Dios, derramaba en sí su propia alma; porque, por la devota oración y por la humilde confesión de sus pecados, profería delante de Dios largos gemidos de lamentación.

Y prosigue: Y bebía del torrente, esto es, del agua del torrente, negando el vino a su cuerpo, para transportar su ánimo a aquella saludable sabiduría de la cual está escrito: Torrente desbordado, fuente de sabiduría. Así de nuevo arrebatado en espíritu, Elías pasaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios. De cuya abundancia se embriagaba y en el torrente de sus delicias saciaba la sed.
 

Responsorio (Cf. 1Re 18, 36. 37b)

R/. A la hora de la ofrenda, el profeta Elías dijo: «Respóndeme, Señor. * Para que este pueblo sepa que tú, Señor, eres Dios».
V/. Y que tú conviertes a ti su corazón. * Para que todo este pueblo conozca.

Himno Te Deum, en el Apéndice I, p.
 

Oración

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a tu profeta Elías, nuestro Padre, vivir en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

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Oficio de Vigilia

Ant. Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar.
 


Cántico I
Jr 17, 7?8

Bendito quien confía en el Señor

Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 11, 28)


Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
no dejará por eso de dar fruto.
 

Cántico II
Eclo 14, 20-21; 15, 3. 4. 56b

Felicidad del sabio

Los hijos de la sabiduría le han dado la razón (Lc 7, 35)


Dichoso el hombre que se aplica a la sabiduría,
y razona con su inteligencia.

Dichoso el que presta atención a sus caminos
y se fija en sus secretos.

Lo alimenta con pan de inteligencia
y le da a beber agua de sabiduría.

Si se apoya en ella, no vacilará
si se aferra a ella, no quedará defraudado.

Ella lo ensalzará sobre sus compañeros,
y un nombre eterno recibirá en herencia.
 
 

Cántico III
Eclo 51, 1-3a. 6a. 8ab. 10abde. 11a

Acción de gracias por la liberación de sus angustias

Libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia (Lc 1, 74)


Te doy gracias, Señor y Rey,
te  alabo, oh Dios mi salvador;
a tu nombre doy gracias.

Porque fuiste me protector y mi auxilio.

Y libraste mi cuerpo de la perdición,
del lazo de una lengua traicionera,
de los labios que urden mentiras;
frente a mis adversarios
fuiste mi auxilio y me liberaste,
por tu inmensa misericordia y por tu nombre,
de la calumnia de una lengua injusta ante el rey.

Entonces me acordé, Señor, de tu misericordia,
y de tus obras que son desde siempre.

Clamé al Señor: «Tú eres mi Padre,
no me abandones en días de tribulación.

Alabaré tu nombre sin cesar»,
y mi oración fue escuchada.
 

Ant. Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar.
 

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17, 1-8)

Su rostro resplandecía como el sol

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.

Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

- «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía:

- «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.

Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

- «Levantaos, no temáis».

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.

_____________________________________________________________________________

Himno Te Deum, Apéndice I, p.
 

Oración

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a tu profeta Elías, nuestro Padre, vivir en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, con cédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
 

Laudes

Himno

Profeta de la llama y de la altura,
testigo del Dios vivo y transparente,
que hace brotar una agua de ternura
y un huracán de fuego incandescente.

Sobre la cima del Carmelo, ilesa
sube en brisa y cristal la nubecilla.

Se abre una lluvia fértil de promesa
y se esboza una Rosa sin mancilla.

Y adora Elías el azul vestigio
de una Virgen y Madre. De la bruma
del poderoso mar subió el prodigio
hecho maternidad desde la espuma.

Por el rostro de fuego del Profeta
cruzó un viento de sueño y profecía.

La llanura del mar, amarga y quieta,
alumbró el limpio gozo de María. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. ¡Vive el Señor Dios de Israel a quien sirvo!

Salmos y cántico del domingo de la semana I, Apéndice II, p.

Ant. 2. Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar.

Ant. 3. Siento pasión por el Señor Dios del universo.
 

Lectura breve (2Pe 1, 19-21)

Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones, pero sabiendo, sobre todo, lo siguiente, que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu, hablaron los hombres de parte de Dios.
 

Responsorio breve

R/. Me saciaré Señor, * Cuando aparezca tu gloria. Me saciaré.
V/. Me saciaré de tu semblante. * Cuando aparezca tu gloria. Gloria al Padre. Me saciaré, Señor.

Benedictus, ant. «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, que se reconozca hoy que tú eres Dios de Israel, que yo soy tu servidor».
 

Preces

A Dios nuestro Padre, que habiéndonos hablado en otro tiempo por los profetas, hoy nos habla por el Hijo, y en él quiere unir a todos los hombres, supliquémosle:

Señor, atráenos hacia ti.

Señor, que te revelaste al profeta Elías en la soledad y en el silencio,
- concédenos alejar de nosotros todo lo que impide oír tu voz y vivir con tu presencia.

Señor, que apagaste la sed de Elías con el agua del torrente Querit,
- concédenos beber en las fuentes vivas de la caridad y de la contemplación.

Señor, que vigorizaste con tu fuerza a Elías en su camino hacia el monte Horeb,
- concédenos que, robustecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, caminemos siempre a tu encuentro.

Señor, que te manifestaste a Elías en el susurro de la brisa,
- enséñanos a acoger las inspiraciones del Espíritu Santo en silencio y disponibilidad.

Señor, que suscitaste a Elías como un fuego e hiciste que ardiera en el celo de tu gloria,
- danos que, abrasados por el fuego de tu amor, sirvamos con operante efectividad a la Iglesia y a nuestros hermanos.

Padre nuestro.

Oración

Señor, Dios de nuestros padres en la fe, que concediste al profeta Elías vivir siempre en tu presencia, inflamado por el celo de tu gloria; concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
 



Hora intermedia

Los himnos y salmos se hallan en el Apéndice II, p.
 

Tercia

Ant. Elías clamó al Señor, y el Señor escuchó su voz.

Lectura breve (Ap 11, 3a-4. 6a, 11-12)

Y haré que mis dos testigos profeticen. Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre. Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: «Subid aquí». Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.
 

V/. Elías, gracias a su celo por la ley.
R/. Fue llevado al cielo.
 

Sexta

Ant. No cayó ni una sola de las palabras del Señor por tierra, y el Señor cumplió lo que había declarado por medio de su siervo Elías.
 

Lectura breve  (Lc 4, 24-26)

En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón.

V/. Dijo Elías a la viuda: Dame tu hijo.
R/. Y clamó al Señor y resucitó el niño.
 

Nona

Ant. Cayó fuego del Señor, que devoró el holocausto de Elías.

Lectura breve (1Re 18, 30-32a)

Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí», y todo el pueblo se acercó a él. Entonces se puso a restaurar el altar del Señor, que había sido demolido. Tomó Elías doce piedras según el número de tribus de los hijos de Jacob, al que se había dirigido esta palabra del Señor: «Tu nombre será Israel». Erigió con las piedras un altar al nombre del Señor.
 

V/. Todo el pueblo cayó sobre su rostro.
R/. Y dijo: «¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!»

La oración, como en Laudes.
 



Vísperas

Himno

El Tabor y el Carmelo. Dos cimas de blancura
para  el hombre de Dios, temblor contemplativo
que congregó en la noche abisal de su altura
la presencia encendida, gozosa del Dios vivo.

La cima del Carmelo supo su fuego ardiente,
su palabra de llama, su voz de lejanía.

La esperanza cruzaba su aire levemente
en un azul milagro de nube y profecía.

Testigo de la gloria y el amor inefable,
en triunfal estallido de hermosura y de nieve.

El Tabor atesora toda la luz amable
de un cielo desbordado que sobre el suelo llueve.

Y atónito contempla Elías la belleza
de un Dios que transfigura su carne redentora.

Ciego de luz y nieve, él tuvo la certeza
de un sol esplendoroso que vislumbró en la Aurora. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Ahora conozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad.
 

Salmo 14

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.

El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.
 

Ant.  Ahora conozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad.

Ant. 2. Fue dirigida la palabra del Señor a Elías, diciendo: «Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover sobre la superficie de la tierra».
 

Salmo 111

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad dura por siempre.

En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará.

El recuerdo del justo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.

Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.

La ambición del malvado fracasará.
 

Ant. Fue dirigida la palabra del Señor a Elías, diciendo: «Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover sobre la superficie de la tierra».

Ant. 3. Subió Elías en la tempestad al cielo. Y Eliseo no lo volvió ver.
 

Cántico
Ap 15, 3-4

Grandes y admirables son tus obras,
Señor, Dios omnipotente;
justos y verdaderos tus caminos,
rey de los pueblos.

¿Quién no temerá
y no dará gloria a tu nombre?

Porque vendrán todas las naciones
y se postrarán ante ti,
porque tú solo eres santo
y tus justas sentencias han quedado manifiestas.
 

Ant. 3. Subió Elías en la tempestad al cielo. Y Eliseo no lo volvió ver.
 

Lectura breve  (2Re 2, 11-12)

Mientras ellos iban conversando por el camino, de pronto, un carro de fuego con caballos de fuego los separó a uno del otro. Subió Elías al cielo en la tempestad. Eliseo lo veía y clamaba:«¡Padre mío, padre mío! ¡Carros y caballería de Israel!» Y ya no lo vio más.
 

Responsorio breve

R/. Tomó Eliseo el manto de Elías, * Y golpeó las aguas que se partieron a un lado y a otro. Tomó Eliseo el manto.
V/. Porque reposó el espíritu de Elías sobre Eliseo. * Y golpeó las aguas. Gloria al Padre. Tomó Eliseo el manto.

Magníficat, ant. He aquí que yo envío al profeta Elías antes que llegue el día del Señor, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres

Las preces y la oración como en las I Vísperas.
 
 
 
 


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