27 de enero
SAN ENRIQUE DE OSSÓ Y CERVELLÓ, PRESBÍTERO
OCarm y OCD: Memoria libre
San Enrique de Ossó fue sacerdote secular. Los carmelitas hacemos
especial memoria de él, por haber sido en el siglo XIX el gran propagandista
del mensaje espiritual de santa Teresa de Jesús y por haber fundado
la Compañía de Santa Teresa, Instituto femenino que tiene
por finalidad la formación de la mujer en la escuela del Evangelio
y de la santa de Ávila. Había nacido en Vinebre (Tarragona)
el año 1840 y entregó su alma a Dios, tras un duro calvario
de sufrimientos, en la localidad valenciana de Gilet el 27 de enero de
1896.
Del Común de pastores o de santos: para los educadores
Oficio de lectura
Segunda lectura
De los escritos de san Enrique de Ossó, presbítero
(Un mes en la escuela del Sagrado Corazón,
Prof., en Escritos, 3, Roma 1977, pp. 456-458)
Tener los mismos sentimientos que Cristo
Pensar como Cristo Jesús, sentir como Cristo Jesús, amar como Cristo Jesús, obrar como Cristo Jesús, conversar como Cristo Jesús, hablar como Cristo Jesús, conformar, en una palabra, toda nuestra vida con la de Cristo, revestirnos de Cristo Jesús, he aquí el único negocio y ocupación esencial, primera de todo cristiano. Porque cristiano quiere decir «alter Cristus», otro Cristo, y nadie puede salvarse si no fuere hallado conforme con la imagen de Cristo. Mas para conformarnos con la vida de Cristo Jesús es, ante todo, menester estudiarla, saberla, meditarla, y no solo en su corteza exterior, sino entrando en los sentimientos, afectos, deseos, intenciones de Cristo Jesús, para hacerlo todo en unión perfecta con él.
Penetrar en el Sancta Sanctorum de su Corazón reconocemos que es una temeridad; pero el mismo Señor Jesús con su bondad y sus palabras nos convida a ello. Pues si no, ¿cómo aprenderemos su mansedumbre y humildad?, ¿cómo en cada acción nos pondremos delante a Cristo para imitarle si no conocemos los sentimientos de su corazón al practicarlos? Porque Cristo vivió, y comió, y durmió, y habló, y calló, y anduvo, y se cansó, y descansó, y sudó, y tuvo hambre y sed, y trabajó, en una palabra, padeció y murió por nosotros, por nuestra salud.
¿Por qué, pues, no nos hemos de hacer o representar a Jesús práctico, real, digámoslo así, y no teórico o ideal, que es causa de que no le amemos e imitemos en todas las cosas como debemos?
Jesús es nuestro hermano, carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre y hueso de nuestros huesos. Este es mi Jesús, Dios y hombre verdadero, vivo, personal, que se dejó ver en la tierra y vivió y conversó con nosotros por treinta y tres años, ya que por nuestra salud, siendo Verbo eterno del Padre, descendió del cielo, se encarnó, padeció, murió, resucitó, subió a los cielos y se quedó entre nosotros hasta la consumación de los siglos para ser nuestro compañero, consuelo y alimento en el Santísimo Sacramento del altar.
En conocer, pues, más y más a Jesucristo consiste la vida
eterna, nuestra única felicidad en el tiempo y en la eternidad.
¡Oh! ¡Qué feliz será el alma que aprenda cada
día esta lección y la practique! ¡Qué pensamiento
tan regalado! ¡Yo viviré, comeré, dormiré, hablaré,
callaré, trabajaré, padeceré, lo haré todo,
lo sufriré todo en unión de Jesús, en unión
de aquella divina intención y con aquellos sentimientos con que
lo hizo Jesús, lo padeció Jesús, y desea que yo lo
haga, o lo padezca!... Quien tal haga, y todos lo debemos hacer, vivirá
aquí en la tierra una vida del cielo, se transformará en
Jesús y podrá decir con el Apóstol: Vivo, pero
no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.
Responsorio (Gál 2, 20)
R/. Vivo en la fe en el Hijo de Dios, *
Que me amó y se entregó por mí.
V/. Vivo, pero no
soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. *
Que me amó.
Oración
Oh Dios, que en san Enrique de Ossó, presbítero, has unido
maravillosamente una oración continua con una actividad apostólica
incansable; concédenos, por su intercesión, que, perseverando
en el amor de Cristo, sirvamos a tu Iglesia con la palabra y las obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.