ENERO

29 de enero

BEATA ARCÁNGELA GIRLANI, VIRGEN

OCarm: Memoria libre

 
Nació en la ciudad de Trino, en la Italia superior. Tomó el hábito carmelita en Parma, donde también fue priora. Este mismo cargo lo desempeñó también en el monasterio nuevo de Mantua. Resplandeció por su especial devoción a la Santísima Trinidad. Murió en 1495.
 

Del Común de vírgenes.

Oficio de lectura

Segunda lectura

De la Exposición parenética de la Regla de los Carmelitas, del beato Juan Soreth, presbítero.
(Paris, 1625, pp. 111-116)

Celda exterior e interior

Sigue en la Regla: «Todos y cada uno de vosotros, conforme a la situación del lugar que os hubiereis propuesto habitar, tendréis celdas separadas». La celda abriga al hijo de la gracia, fruto de su vientre, lo alimenta, lo abraza, lo conduce a la plenitud de la perfección y lo hace digno del coloquio con Dios. La celda es tierra santa y lugar santo, donde el Señor y su siervo se hablan en secreto, como un hombre a su amigo. En ella el alma fiel se une frecuentemente a su verdadero Dios, como la esposa al esposo, se une a lo terreno lo celestial, a lo humano lo divino. Puesto que, como el santo templo de Dios, así la celda del siervo de Dios. No solo en el templo, sino también en la celda, trátanse las cosas divinas; pero más frecuentemente en la celda: la celda es la oficina de todos los bienes y su estable perseverancia. Porque en ella todo el que vive bien con la pobreza se halla rico; y todo el que tenga buena voluntad tiene consigo todo lo que necesita para vivir bien.

Y para que mores con más seguridad en la celda, se te han asignado tres custodios: Dios, la conciencia y el padre espiritual. A Dios le debes piedad, a la que todo entero vivas consagrado; a tu conciencia honor, avergonzándote de pecar delante de ella; al padre espiritual obediencia amorosa, al cual acudas en todo. Es más, te voy a añadir un cuarto custodio, mientras te sientas pequeñuelo, y hasta que aprendas más perfectamente a ejercitar la divina presencia, te procuraré un pedagogo: busca tú mismo –te lo aconsejo– una persona cuya ejemplaridad de vida de tal suerte se haya enseñoreado de tu corazón y de tal manera te haya adherido a él su reverencia, que cuantas veces lo recuerdes te sientas impulsado a la reverencia del que recuerdas y te ordenes a ti mismo y de tal manera compongas tus pensamientos como si él estuviera presente. Con afecto de caridad enmiende en ti cuanto en ti haya de enmendable; para que la soledad tuya no sufra daño alguno del secreto suyo, pensarás que él está viendo todos tus pensamientos, procurarás enmendarte como si él te estuviera viendo y corrigiendo.

Cada uno, pues, tenga una celda separada para la realización de estos solitarios ejercicios; es más, como dice la Regla, «cada uno tenga celdas separadas». Has de tener una celda exterior y otra interior: la exterior es la habitación donde mora tu alma con tu cuerpo; la interior es tu conciencia, la cual tiene que habitar el Dios de todas tus interioridades, con tu espíritu. La puerta de la clausura exterior es signo de la clausura interior, para que, de la misma manera que el sentido exterior por la clausura exterior es impedido de vagar fuera, así los sentidos interiores se vean obligados interiormente a ocuparse en Dios siempre. Ama, por lo tanto, tu celda interior, y ama, también la exterior, y dale a cada una su propio cultivo; guárdate la exterior, pero no te esconda para que tú puedas pecar más ocultamente, sino que te guarde para que vivas con más seguridad. Ignoras lo que debes a la celda si no piensas cómo en ella no solo te curarás de tus vicios, sino que tampoco puedes enredarte con los ajenos: igualmente ignoras cuánto honor debes a tu conciencia, mientras en ella no experimentas la gracia y la dulzura de la interna suavidad. Da, pues, a cada una de estas dos celdas su propio honor, y tú vindícate para ti tu supremacía: En ella aprenderás a presidirte a ti mismo, ordenar tu vida, arreglar tus costumbres, reivindicarte a ti mismo, y también a reprocharte; nadie te amará más, nadie te juzgará más fielmente. A este propósito dice uno: «Séate la celda placentera, tu pie tardo para lo exterior, callando en todo tiempo, llora, lee u ora a su tiempo, levántate pronto, examínate en todo momento». Con este fin, pues, encarece la Regla que «todos y cada uno de vosotros tendréis celdas, según que por disposición del Prior y con el consentimiento de los demás hermanos, o de la más sana parte, fueren las mismas celdas a cada uno designadas».
 

Responsorio (Ez 37, 26b-27a; Sal 26, 4)

R/. Pondré entre ellos mi santuario para siempre; * Tendré mi morada junto a ellos.
V/. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida: gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. * Tendré mi morada.

 

Oración

Oh Dios, que hiciste de la beata virgen Arcángela una enamorada del misterio de tu eterna Trinidad; concédenos, por su intercesión, pregustar en la tierra el gozo de tu gloria y contemplarte eternamente en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 


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