Encanto mecánico

Los dispositivos mecánicos tienen la cualidad de basarse en principios de funcionamiento sencillos, que cualquier persona puede comprender. A diferencia de la electrónica, su calidad, radica más bien en como implementar esos sencillos principios de la forma más óptima posible. Lo que los convierte en admirables obras de ingeniería, técnica, y porque no, de arte, a la hora de llevarlos a la práctica.

Suena extraño que esto lo diga alguien como yo, entusiasta de la tecnología, los avances electrónicos, y que creció con el boom de la electrónica de consumo japonesa.

Me refiero a básculas, cronógrafos mecánicos, estaciones metereológicas, y relojes mecánicos, ya sean de carga automática o manual. Todos nosotros sabemos como funciona un termómetro de mercurio, una báscula, o un reloj de pared. Algunos incluso sabrán explicar la base técnica de un higrómetro, un barómetro, un anemómetro, una veleta, una brújula, un silbato, o un pluviómetro. Sin embargo, pocos de nosotros seríamos capaces de construir alguno de estos aparatos con nuestras propias manos, ofreciendo unas mediciones más o menos precisas. Os lo explica alguien que hizo lo propio con un termómetro.

El secreto radica no solamente en poderlo diseñar para que su construcción sea sencilla, y barata, sino además para que su funcionamiento sea preciso. Algo en donde interviene de manera fundamental la ciencia, con sus conceptos físicos y de experimentación. En el ejemplo del termómetro, es fundamental que el tubo que contiene el mercurio, sea lo más estrecho y alto posible. De este modo se maximizará su expansión y contracción con los cambios de temperatura, y será por tanto más preciso, y requerirá menos mercurio (más barato).

Asimismo, los materiales tienen una notoria importancia. El termómetro funcionaría bastante mal si usáramos un material que no fuera líquido, o que apenas se dilatase en los rangos de temperatura de pretendemos medir.

Tenemos relojes de pulsera automáticos, que por 60 euros, son capaces de medir con precisión y regularidad el tiempo transcurrido, almacenar la energía cinética en un muelle de espiral, y usarla varias veces por segundo desde la rueda de escape.

¿Os habéis preguntado alguna vez como se calibra un reloj de arena? ¿La dificultad que debe acarrear que todos los granos de arena deban estar en una tolerancia de tamaño determinada para que caigan a la misma velocidad? o ¿Cuánto les debe afectar la variaciones de gravedad debidas a la altura?

Incluso hoy en día, en plena era de la electrónica, los elementos clave en coches, trenes, o aviones, siguen siendo de tipo mecánico.

No negaré mi componente romántica al respecto, pero siendo prácticos, la ventaja de no necesitar pilas es indudable.

Encanto mecánico

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