Hace ya bastante tiempo escribí Un día con el Formex REEF 300M, una narración acerca de las sensaciones reales que producía un reloj como el Formex REEF Automatic Chronometer COSC 300M en un día normal de mi vida.
A cuento del Tempore Lux Racing One Chrono Mechanical se me ocurrió que podría hacer algo parecido, una descripción real de las emociones y las sensaciones del reloj en la muñeca, pero trasladadas al entorno de la ficción gracias al metódico investigador privado especializado en relojes Paul Davis de «A contrarreloj».
Los que conocéis al personaje, afortunadamente cada vez sois más, sabréis que Davis tiene diferentes alter-egos, uno de ellos es Pau Davis, quien parece ser que es uno de sus precursores en tiempos pasados.
Un día en Montjuich
J.G. ChamorroEra 27 de abril de 1975 y Pau Davis se había levantado temprano como de costumbre. Sin embargo en aquella ocasión no tenía por delante un largo día de pesquisas y deducciones, sino más bien una visita de placer. Era domingo.
Todavía con el pijama puesto, se incorporó en la cama y tomó el reloj que la noche anterior había depositado en la mesita. Lentamente le dio cuerda a la corona, y una vez terminada la operación actuó sobre el pulsador de inicio del cronógrafo. Se quedó admirando el elegante trote de la manecilla anaranjada que contabilizaba los segundos, y embelesado, contempló el elegante matiz plateado de la esfera parcialmente iluminado tras las sombras que producía la pequeña lamparita de la habitación. Segundos después, habiéndose cerciorado que todo funcionaba correctamente en el mecanismo lo detuvo y lo puso a cero. El día comenzaba cuando se ponía el reloj.
De una silla forrada en paño azul tomó la ropa que había preparado la víspera para vestir aquel día, un sano hábito de planificación que llevaba años practicando. Según el parte meteorológico se esperaba que en Barcelona hubiera una temperatura máxima de veinte grados y mínima de nueve sin ninguna previsión de lluvia.
El Gran Premio de España era la cuarta cita en el calendario de Fórmula 1. El viernes previo al gran premio, Jean-Pierre Beltoise, delegado de los pilotos, inspeccionó la instalación de los guardarraíles de la pista, concluyendo que había un par de lugares conflictivos, que fueron reparados con gran presteza por parte de la organización. A pesar de todo, cuando por la tarde los pilotos regresaron a la pista, se retomaron las quejas, y Emerson Fittipaldi se negó a rodar.
Según la estrella brasileña, el circuito era muy peligroso por culpa del mal anclaje de los raíles. Tras plantarse algunos pilotos y negarse a conducir, la mañana del sábado volvía todo a la «normalidad», al amenazar la Comisión Deportiva con retirar las licencias de aquellos pilotos que se negaran a competir. Fittipaldi dio unas vueltas clasificatorias a baja velocidad, conformándose con la última posición de salida, pero de esa manera evitando la descalificación.
La «pole position» quedó por tanto en manos del legendario Niki Lauda tras el volante de su Ferrari 312T con un poderoso motor V12 de 3 litros de cubicaje.
Pau Davis probablemente no lo sabía, pero aquella carrera de 1975 en el circuito urbano de Montjuich en la Ciudad Condal iba a ser la última que se celebraría en la disciplina reina del motor. Un tortuoso trazado de 3.790 metros de recorrido en sentido opuesto a las agujas del reloj. Combinaba la curvas lentas con las rápidas en las que los coches alcanzaban grandes velocidades. No ofrecía escapatorias en la pista, y solamente un guardarrail separaba los coches de los espectadores. Había una curva llamada de vías en la que los coches cabalgaban sobre las vías del tranvía, en la recta del estadio había un fuerte cambio de rasante que hacía que los vehículos quedaran suspendidos por unos instantes en el aire, la base de los árboles se envolvía en balas de paja… Pero tenía un sabor apasionante.
Fue hacia el cuarto de baño en donde se quitó todo salvo su reloj. De manera ensayada lanzó la ropa sucia al cesto a tal efecto y se duchó con presteza. Le encantaba ver cómo los chorros de agua de la alcachofa alcanzaban el cristal del reloj, y éste, con su resistencia al agua lo soportaba sin problemas. Un reloj de carreras cómo el que él lucía no solamente debía ser preciso y legible, sino también resistente.
Se vistió con unos pantalones vaqueros desgastados, una camisa de manga larga en color azul y se calzó sus botines de Losal. Sin duda iba a necesitar un atuendo cómodo para disfrutar de la carrera. Ante la eventualidad que refrescase optó por cargar en su antebrazo con una cazadora de cuero marrón. Su corte ya se veía anticuado por el paso de los años, pero de forma algo incomprensible estaba en un estado que bien podría haber pasado por nueva.
Bajó a la calle y encontró su fiel Vespa SL 125 blanca estacionada frente al portal. Introdujo la llave de contacto y accionó con fuerza el pedal metálico de arranque del motor. Con presteza se puso en marcha, escupiendo un humo azulado proveniente del aceite de sus dos tiempos que se entremezclaba con el cielo casi del mismo color.
Dudó sobre si tomar un café en el bar de la esquina al que acudía a menudo, y tras meditarlo decidió que preferiría hacerlo en los alrededores de Montjuich, la también conocida como Montaña Mágica. Ciertamente, no le sentaría mal cambiar de aires. Extrajo del bolsillo de la cazadora las Randolph Engineering que había comprado en el aeropuerto de Charles de Gaulle, y se las colocó. Entonces, abrió el cofre de la motocicleta y sacó su casco, una protección que pese a no ser obligatoria él prefería equipar, y en el espacio que quedó disponible, guardó su chaqueta.
Consultó la elegante esfera del reloj, eran las 7:42 que le dejaban todavía mucho tiempo por delante y se puso en marcha. La Vespa callejeaba con agilidad, a aquellas horas de domingo apenas había tráfico en la ciudad, permitiéndole circular a alta velocidad entre las obligatorias paradas de semáforo a semáforo.
Después de girar a la izquierda en la Avenida del Paralelo, enlazó con el Paseo de Miramar que luego se convertiría en la Avenida de Miramar. La pronunciada subida le obligó a reducir a segunda velocidad, sintiendo como el pequeño motor de la scooter se revolucionaba y respondía con nervio a su orden. Giró el puño para abrir el gas y apenas dos kilómetros después llegaba al Palacio de Montjuich.
Faltaban algo más de dos horas hasta que comenzasen los «teloneros» de la prueba, el Campeonato de España de Fórmula 1430-1800, por lo que Davis optó por pasear por las inmediaciones de Montjuich, inspeccionando cuan si fuera una de sus investigaciones, solo que en en esta ocasión centrando sus esfuerzos en la busca que un bar abierto que le pudiera servir el café que había postergado.
Mientras caminaba se daba cuenta de la agradable temperatura del día que no le hacía echar en falta su cazadora. Encontró el Hotel Miramar en la misma avenida por la que había llegado, un alojamiento que conservaba la fachada original de un antiguo palacio cuya construcción se remontaba al año 1929, levantado por el famoso arquitecto Ramon Raventós e inaugurado por el rey Alfonso XIII con motivo de la segunda Exposición Universal acogida por la ciudad, y que a partir de 1959 se convertiría en hotel.
Desayunó tranquilamente, aprovechando para echar un vistazo a la prensa del día, incluyendo los diarios deportivos que le pondrían al día de las novedades de la carrera.
Al terminar decidió que continuaría su paseo, ésta vez enfilando la recta del circuito, la conocida como Recta del Estadio y que en realidad era más bien una curva de radio constante. A aquellas horas ya estaba cortada al tráfico por la Guardia Civil, pero no al trasiego de personas, así que para pasar el rato se le ocurrió que podría medir su longitud. Procedió a recorrerla de principio a fin contando en voz baja los pasos que había dado. Contó 1.163 zancadas.
Por su trabajo sabía que aproximadamente 1.550 pasos equivalían a 1 kilómetro, es una proporción que aunque aproximada sirve a la hora de estimar distancias, justo lo que él estaba haciendo. Por supuesto todo depende de cómo sean nuestras zancadas de largas, pero tras varias correcciones, el paso normal de Davis tenía esa equivalencia. Una rápida división mental le dio que si la recta eran 1.163 pasos (considerando que 1.550 pasos son 1 kilómetro), entonces la recta debía medir unos 750 metros.
El «paddock» estaba ubicado en el antiguo estadio olímpico. Desde la recta, los coches descendían hacia la famosa Fuente Mágica, pasando por el antiguo Teatro Griego, el Museo Nacional de las Artes y el museo al aire libre del Poble Espanyol, que les enviaba de vuelta a la recta principal.
A punto de empezar la primera carrera optó por permanecer más o menos en esa ubicación. Un lugar protegido tras un guardarrail al final de la recta que además le permitía ver el inicio de la misma. Las curvas son los tramos donde se aprecian las cualidades de los pilotos, pero las rectas eran espectáculo puro.
Los monoplazas de la Fórmula Seat 1800 lograron la vuelta rápida en un minuto y cuarenta y ocho segundos. Representaba una velocidad media de 126 Km/h, algo impresionante teniendo en cuenta que si intentara replicarlo con su motocicleta no conseguiría hacerlo en menos del doble.
La salida del Gran Premio de Fórmula 1 se hizo con un poco usual retraso, algo que a Pau Davis, amante de los relojes y de la puntualidad no le agradaba, pero que justificó recordando las polémicas con las medidas de seguridad que había podido leer aquella mañana en la prensa matutina.
Rugían los motores de los monoplazas en la salida, se iban apagando las luces del semáforo y aumentaba la expectación. Precedido por un aullido sordo, los bólidos salieron catapultados. Al llegar a la primera frenada en el ángulo de Miramar, Mario Andretti golpeó a Niki Lauda, que había realizado una salida fantástica, desequilibrando su coche y lanzándolo hacia el otro lado de la pista. La mala suerte quiso que en ese viaje sin control terminara impactando con la máquina de su compañero de equipo, Clay Regazzoni.
Terminada la primera vuelta Wilson Fittipaldi y Arturo Merzario abandonaban la competición retirándose en los boxes tal y como habían anunciado que harían el día anterior.
Con menos coches en la pista, la emoción lejos de disminuir, iba en aumento. Si los monoplazas del campeonato 1430-1800 habían rodado en su vuelta rápida a 126 Km/h, en la categoría reina lo hacían a 162 Km/h, es decir, efectuaban un giro completo al trazado en solamente un minuto y veintitrés segundos.
¿Qué velocidad media alcanzarían en la recta? Esperó a que el líder llegase al inicio de recta y en aquel momento pulsó el botón de puesta en marcha del cronógrafo de su reloj. En cuanto el coche llegó a su altura en el final de recta detuvo la cuenta. La manecilla marcaba trece segundos transcurridos. Consultó la escala taquimétrica para ver a cuánto correspondían esos segundos: 280 kilómetros por hora rezaba la leyenda. Evidentemente eso sería así si la recta fuera de un kilómetro de longitud, pero como sólo tenía 750 metros tal y cómo él había contabilizado, entonces la velocidad era una simple proporción de tres cuartos:
280 * 750 / 1000 = 210 Km/h
O si se prefiere:
280 * 3 / 4 = 210 Km/h
El seductor James Hunt tomaría la cabeza de la carrera, pero en la quinta vuelta chocaría contra el guardarrail obligándole a retirarse. De ese modo sería Mario Andretti quien fuera en cabeza, sufriendo poco después una rotura de suspensión propiciada por un golpe, haciendo que éste también tuviera que abandonar.
Rolf Stommelen del equipo Hill pasaba entonces a la primera posición. Por detrás no había más calma y llegada la vuelta 23 Ronnie Peterson debía retirarse tras golpear a François Migault.
En la vuelta 26, Stommelem, circulando a 270 Km/h de velocidad, frenó con brusquedad en la rasante de la recta de meta pillando por sorpresa a su perseguidor, Carlos Pace, quien no pudo evitar la colisión. Habiendo perdido el alerón trasero el coche de Stommelen salió lanzado por los aires, cayendo sobre un puesto de la Guardia Civil con el trágico balance de un bombero, un periodista y dos comisarios fallecidos. Cuatro víctimas mortales que habría que sumar a las decenas de personas heridas y un Stommelen que con fracturas en las costillas, pierna y brazo, se retiraría conservando la vida.
Los comisarios llegaban al lugar del accidente y el caos se apoderaba de todo el circuito al tiempo que los coches seguían rodando a toda velocidad. Fueron necesarias cuatro vueltas hasta que se decidiera suspender la carrera. Entre otras razones, esa fue la causa por la que la Fórmula 1 no volvería a Montjuic después de aquello.
Incidentalmente Jochenn Mass fue declarado vencedor, y los anales de la historia recordarán a Lella Lombardi, que terminó en la sexta posición, convirtiéndose en la primera mujer en finalizar en la zona de puntos en la historia de la Fórmula 1. La victoria de Jochen Mass sería la única de su carrera deportiva en esa categoría, mientras que para Jacky Ickx representaría su último podio.
NOTAS
En la génesis de este relato han confluido hechos que no suelen pasarme. El primero es su título, inicialmente iba a ser «Un día en las carreras», aunque pensé que «Un día en Montjuich» sería más evocador. Intencionadamente escogí la versión antigua para escribirlo: Montjuich y no Montjuic. El «Hotel Miramar» existe en la actualidad, pero no en la época en que se ambienta el relato. Todo lo dicho es cierto, con la salvedad que el palacio no se convertiría en hotel a partir de 1959, sino en los estudios de Televisión Española. En 1983 éstos se trasladaron a Sant Cugat, y el edificio quedó en desuso hasta que en 2006 ya sí que se convirtió en hotel.Desgraciadamente hay muchísima información sobre el fatídico evento, así que no ha sido difícil documentarme. Lo complicado ha sido escapar de una crónica de sucesos más y agregar las vivencias de Pau Davis en el relato. En esta ocasión, queriendo hacer algo de pedagogía de cómo funciona un cronógrafo y de para qué sirve la escala taquimétrica.
Intencionadamente se evita especificar la marca y el modelo de reloj que lleva el protagonista. Los más conocedores intuirán que se trata de un Tempore Lux Racing One Chrono Mechanical, un reloj que pese a estar inspirado en los diseños de aquella época, ni en la época en la que se desarrolla la historia no podría haberlo hecho. El Chrono Mechanical fue lanzado al mercado en el año 2022, y la marca se fundó en 2017.
Queda claro que en aquella época no estábamos preparados para organizar eventos de tal magnitud. Con el paso del tiempo, a uno le entra como una vergüenza ajena de ver ese quiero y no puedo y convertir un evento en una chapuza de trágicas consecuencias. Menos mal que en el 92 se arregló la cosa y por fin se pudo organizar algo decente.
Tienes gran parte de razón en eso que dices Xiquet de l’horta. A nivel general la seguridad no era algo primordial en las carreras, pero también que a nivel organizativo España estaba más pendiente de otras cosas.
Ameno relato.
Cuando se nos dice que el protagonista sale de casa y arranca su motocicleta Vespa SL 125 que estaba estacionada en la calle, no puedo evitar recordar aquellos años en los que las ciudades aún no estaban tan saturadas de gente y había más seguridad.
Escribo estas palabras desanimado, pocas horas después de haber dado un paseo por un barrio de la ciudad en la que nací y me crié, un barrio próximo al mío y que en una época de mi vida frecuenté dado que ahí vivía una novia que tuve.
Ese barrio ha entrado en una penosa decadencia: hay un estado de abandono en general, con suciedad, pandilleros – «Vienen los mejores», y tal -, numerosos bajos comerciales en cuyos escaparates cuelga un cartel con la leyenda «Se alquila» desde hace mucho tiempo, lumpen orinando en la calle sin ningún rubor … En nuestros días estaría por ver en qué estado encontraríamos la motocicleta Vespa de Pau Davis en caso de haber «dormido» una noche en la calle.
Volviendo al relato, el único pero que pondría al relato – un detalle menor en todo caso – son los vaqueros desgastados que viste. Yo diría que en 1975 no estaban de moda.
He disfrutado el relato y su forma hilar técnica e historia en torno a diferentes mundos y aficiones. Visto en perspectiva, sorprende como aún hoy en día se sigue priorizando el dinero y la especulación a la hora de ubicar los grandes eventos deportivos; ignorando tanto si el país cumple con los requisitos necesarios (proyecto, infraestructuras, seguridad), como el hecho de si en el mismo se respetan o no los derechos humanos. Queda claro pues que en el caso expuesto, la España de la época -con años aún por delante para salir de una dictadura y sus inercias-, no tenía que haber albergado eventos de esta envergadura y proyección internacional.
Yo al igual que Xiquet de l’horta siento también vergüenza ajena, pero no tanto por este trágico suceso (pues al fin y al cabo yo ni siquiera había nacido), sino sin ir más lejos, recordar el fiasco que supuso el episodio de la F1 en Valencia con aquel reguero de deudas y corruptelas que dejó a su paso. No me considero una persona derrotista, pero creo que habría que tomar conciencia de que en este país hay mucho bueno, pero está por encima de la media europea en corrupción.
En el tema de la seguridad soy optimista, creo que España en general es un país muy seguro y si observamos el panorama, con la digitalización e implantación masiva de cámaras en las ciudades europeas, ser delicuente tradicional no creo que sea una profesión de futuro. Caso aparte son los políticos, con las nuevas tecnologías cada vez se filtran más sus fechorías, el problema es que luego parece no tener consecuencias. A ver si es posible mejorar algo en este aspecto, pero como no venga de parte de la UE, lo veo difícil.
Tengo esa misma sensación de desolación y degeneración un relojista. No sé si es algo aumentado por la nostalgia o realmente es así, pero lo siento.
El tema de los jeans fíjate que es algo que pasé por alto, tienes mucha razón que es un fallo de ambientación, y eres el primero en percatarte. No queda evidente, pero ahí está la incoherencia.
Me alegra que disfrutaras la lectura Jostma. Creo que la F1 siempre fue una competición de prestigio. Inicialmente por dar a conocer un país como algo avanzado, y posteriormente por el interés económico que tiene. En lo de Valencia seguro que hubo mucha corrupción y mucho aprovechado, pero para mi la realidad es más cruel, España y Europa ya no es un mercado jugoso para muchos artículos (ni relojes ni coches). Resulta mucho más interesante Asia o algunos Emiratos, de manera que los intereses se han ido trasladando a esos países.
Buenos días amigos del canal.
Mi enhorabuena por el relato.
En cuanto a percepciones creo muchos coincidimos, pero lo cierto que los grandes premios del motor en los 70 eran más bien cutres, recuerdo ver un reportaje sobre Nieto donde hablaba de ellos.
En cuanto a la decadencia de los barrios, pues actualmente donde estoy en los 80 tenías que entrar con un mandoble o rompecabezas (armas medievales) y actualmente está de moda. Por cierto a me asomo por el balcón y veo parte del antiguo circuito urbano de Valencia. En determinada zona del mismo (circuito) hay un poblado chavolista, una pasarela donde robaron la estructura externa y donde la gente va a tirar escombro…
Sobre los vaqueros; lo suyo hubiere sido un Lois pitillo; en aquella época poco a poco se olvidó el pantalón campana de los sesenta y se introdujo el pitillo que pusieron de moda los grupos Punks y Heavys de la época; recordar series míticas.
https://www.youtube.com/watch?v=XxFv_ioohD0
Que pasen un feliz domingo.
En los años setenta casi todo era «cutre», Sergi, hasta el fútbol. Seguro que recordarás estrellas del balón de la época. Tenían una buena casa y un coche de importación, pero no 100 deportivos de lujo como ahora. En cierta forma pienso que era algo más puro. Estaba mejor pagado que un empleo normal, pero permitía que quien se dedicara a ello lo hiciera por pasión.
Gran idea lo de los pitillos, y encima siendo Lois, una marca de aquí que cosechó enorme éxito.
Buenas
A mi también me llamo la atención lo de los pantalones, en aquella época se estilaban más los pantalones de lo que llamaban entonces pantalones de pata de elefante, el lavado a la piedra aun no se había inventado o puesto de moda.
Sobre la seguridad, aquí en mi ciudad hay motos aparcadas por todas partes. Lo que tienen que evitar los administradores públicos (políticos y funcionarios de alto nivel) es la creación de guetos. Por aquí los servicios sociales tenían muy presente el (mal) ejemplo francés y es algo que intentan evitar.
Un saludo a los lectores de la bitácora.
Estoy contigo Sergio. Los guetos empiezan siendo una forma de unirte a tu comunidad, para terminar siendo una bolsa de marginación y de gente que no quiere ni integrarse, ni el resto tampoco que se integren.
Delicioso relato. Esa narrativa que sueles usar es asombrosa, haces de una lectura que se intuye larga un suspiro, de lo más agradable. Me encanta como combinas lo histórico, lo relojero y Paul Davis … O más bien Pau Davis, no conocía este aspecto de Alter egos, pero suena interesante a más no poder.
Creo que uno de tus méritos es comunicar lo complicado de una manera tan amena y entendible que parece mentira. Es la explicación más sencilla y práctica del uso de un taquímetro que he leído.
Un saludo y gracias por compartir con nuestros tu obra.
(Estoy pendiente de escuchar tu relato de YouTube)
Saludos amigos
Gracias Cesar José Maestre. Lo del alterego fue la opción fácil para poder ambientar a Paul Davis en épocas que no son la actual, y que es la suya. Otros personajes han sido más o menos atemporales, como James Bond, siempre han tenido en sus novelas y películas más o menos la misma edad, independientemente de la época. A mi es algo que no me encaja, no puedo creerme que tengas un agente Bond en 2022 que es el mismo que viste en 1960.